el pasado domingo, 6 de noviembre, el señor Javier Alonso (médico) firmaba un artículo titulado ¿Es útil el cribado con mamografías? en el que, en mi opinión, realizaba un análisis algo sesgado sobre el asunto, resaltando los aspectos negativos ("efectos adversos") de la detección precoz del cáncer de mama mediante mamografías.

El Sr. Alonso encuentra cierta similitud entre los controles de seguridad de los aeropuertos y la tarea de detección precoz con mamografía, aunque también cita algunas claves que explicarían el porqué, en unos casos, algunos tumores no serán detectados (falsos negativos) y, en otros, se desencadenarían falsas alarmas (falsos positivos). La mamografía no es un test diagnóstico infalible y aproximadamente en un 10%-15% de casos no detecta la presencia de un tumor maligno. Pero el uso combinado de un correcto equipamiento técnico (a ser posible con mamografía digital), complementado con ecografía mamaria en algunos casos, junto con profesionales altamente cualificados, permitiría reducir significativamente dicho porcentaje de falsos positivos y negativos.

Aun así, y a pesar de las mejoras tecnológicas, es innegable la persistencia de falsos positivos y negativos, y ello debe ser conocido por las propias mujeres que se realizan mamografías por motivos de cribado o chequeo. Una de las razones de falsos negativos es la presencia abundante de tejido mamario radiológicamente denso, circunstancia que disminuye la sensibilidad del test y que debe ser comunicada tanto al facultativo prescriptor como a la propia paciente. Por ejemplo, en el estado de Connecticut (Estados Unidos de América) se promulgó, en octubre de 2009, una Ley (Public Act Nº 09-41) que obliga a citar dicha circunstancia en el Informe Radiológico, para conocimiento de la mujer, y que ésta conozca que existen procedimientos complementarios para solucionar dicha situación.

Pero debe ser el propio radiólogo que estudia la mamografía quien oriente o dirija la secuencia diagnóstica más apropiada y certera, lo cual obliga a disponer de profesionales altamente cualificados, situación no siempre presente. Del mismo modo, el impacto de los falsos positivos sería mucho menor si se dispusiera de recursos humanos debidamente formados.

Desde que la Comunidad Foral Navarra pusiera en marcha el primer Programa de Cribado para la Detección Precoz del Cáncer de Mama (PDPCM) hasta hace pocos años, las autoridades sanitarias de todas las Comunidades Autónomas han extendido dichos programas por todo el Estado, respondiendo (relativamente) a las continuas peticiones que provenían tanto de los profesionales de la salud como de las propias pacientes con cáncer de mama. Personalmente, tuve la oportunidad de formar parte del Panel de Expertos que asesoró al Departamento de Sanidad del Gobierno Vasco en el diseño y puesta en marcha del PDPCM (véase documento Osteba de febrero de 1994). Actualmente, puede afirmarse que, aunque manifiestamente mejorable, el PDPCM de Euskadi se encuentra entre los que mejores resultados arroja de todo el Estado, y a buen seguro que sus máximos responsables se encuentran bastante satisfechos por ello.

Y, a pesar de los falsos positivos y negativos, las mujeres continúan participando en las rondas sucesivas, con porcentajes de adherencia superiores al 80% en el País Vasco, cumpliendo sobradamente con uno de los principales indicadores de calidad de los PDPCM. Ello viene a indicar que las mujeres valoran mucho más las posibles ventajas que los posibles inconvenientes.

El objetivo principal de los PDPCM es reducir la tasa de mortalidad por cáncer de mama, objetivo que se está viendo cumplido en mayor o menor grado, arrojando reducciones no inferiores al 20%-25%. Y muy probablemente sería mayor si dichos PDPCM se llevaran a cabo bajo las recomendaciones de las sociedades científicas directamente implicadas en el asunto, y que han sido recientemente publicadas (Sociedad Americana contra el Cáncer, Seminarios de Radiología, etc). Entre dichas recomendaciones cabe citar la de iniciar los controles a los 40 años (o antes, si existen factores de riesgo) y finalizarlos hasta unos cinco años antes de las expectativas teóricas de vida de la mujer, que en Euskadi es del orden de los 80-85 años, por lo que deberían prolongarse hasta los 75 años, con periodicidad anual.

Aunque dicha reducción de la tasa de mortalidad observada se debe a la acción conjunta de la mamografía y de los avances terapéuticos, el peso específico de la mamografía es ampliamente aceptado, con sus ventajas e inconvenientes. Diversos trabajos, al analizar los efectos beneficiosos y adversos de los PDPCM, encuentran que los primeros son 800 veces superiores a los segundos.

Coincido con el Sr. Alonso en que la mujer debe ser conocedora de los límites y "efectos adversos" de la mamografía, con objeto de ser partícipe de las decisiones que atañen directamente a su salud. También debe poseer información acerca de los centros/unidades en los que se garantiza la calidad de las prestaciones. Y estoy completamente seguro de que la inmensa mayoría optaría por realizarse los controles mamográficos en el lugar adecuado.