Hace muchísimos años, siendo un joven ávido de conocimiento, leí una magnífica obra de Bertrand Russel, Por qué no soy cristiano, un tomo de 348 páginas.
Hace unos años, cuando me jubilé, quise emularlo, salvando las evidentes diferencias, y me puse a escribir Por qué no quiero ser español. Estoy desolado, voy por el sexto tomo, a 550 páginas por tomo, y me quedan temas como para otro tanto.
El último trata de cómo la Sagrada Constitución española, la inviolable, la inmutable, la intocable, ha sido manoseada, violada, sodomizada, y en un tiempo récord, pasándose por el arco del triunfo a la ciudadanía, a los sindicatos, a los partidos minoritarios, a los indignados, a las autonomías, y a los que se pongan por delante. Y lo han hecho no para dar más libertades, más autonomía, más bienestar, más derechos, más reconocimientos a los pueblos que integran España (dicen que hay dos, pero hay una, la de siempre).
No, lo han hecho porque una señora alemana, que debe mandar mucho, le dio una colleja al presidente español, que no manda nada, y le dijo: "Chico, o cambias la Consti u os va a comprar deuda pública vuestra santa madre y vais de cabeza a la ruina". Dicho y hecho. Con alevosía, a traición, en pleno verano, como aperitivo frío de un otoño que viene calentito.
De España, dijo Miguel de Unamuno: " Qué país, qué paisaje, qué paisanaje" Y qué políticos, añadiría yo. Pío Baroja y Unamuno, que mantuvieron muchas diferencias, estaban de acuerdo en una cosa: para Baroja el Parlamento era un lugar maldito, para Unamuno era la catedral de la mentira, y la guinda la puso Azorín que lo veía atiborrado de vividores.
Creo que voy a dejar de escribir mi extensa obra porque con cada capítulo se me agrava la depresión y quiero disfrutar de mis últimos años? si es que me dejan. Antes disfrutaba de todo pensando "que me quiten lo bailao", ahora vivo temeroso pensando que "me quitan hasta lo bailao".
Y en breve no me pagarán ni los medicamentos para tratar la depresión. Gracias a que vivimos en el estado del bienestar, que si no?
