La galaxia está conmovida por una gran alteración en la Fuerza. La hermandad de los Duros ha cambiado de cara por enésima vez, forjando una alianza con los Díscolos y ha logrado grandes victorias. Los Progres han retrocedido, debilitados por los conjuros de la malvada bruja Crisis, y los Carrozas se mantienen a duras penas, aunque animados por sus victorias en otras esferas del universo. El desenlace está indeciso, sobre todo en los territorios del Este, y la hermandad Pura puede decantarlo.
El dilema es complicado: los mercaderes interestelares presionan a los Puros, ya que los montaraces de los Duros les ha robado y maltratado durante decenios. ¿No sería mejor un triunvirato con los Progres y Carrozas que mantuviera el orden necesario para la creación de riqueza?
Por otro lado, los Duros apelan al patriotismo galáctico, inventado por los Puros, aunque siempre hayan sido pragmáticos al respecto. Además dicen estar legitimados por sus victorias en el Este: sería inmoral que no gobernaran la ciudad y el territorio. Aunque a los Duros no les importa desalojar a los Carrozas de los territorios del Sur, a pesar de que allí hayan obtenido la victoria. Recuerdan que el fundador de los Carrozas era la mano derecha del Señor Oscuro, y que es un deber aliarse contra ellos. ¡Qué fácil es ver las faltas ajenas, y qué difícil las propias!
Al final todas las hermandades hacen lo mismo, si gana ella hay que respetarla, y si pierde busca motivos para aliarse con las demás y apartar a la victoriosa. Los Puros tienen la llave ¿Cómo la utilizarán? ¿Cómo influirán estas decisiones en la siguiente contienda galáctica, prevista dentro de dos años? ¿Quién los dirigirá en ella? ¿Qué espíritu prevalecerá? Unos añoran al conde de Piedranor, que sigue dedicándose con éxito al oro negro, aparentemente satisfecho. Otros prefieren al discípulo del mago Apaizbeltz, que mueve los hilos en su feudo del Este, y creen que superará al maestro. ¡Qué tiempos tan apasionantes nos esperan!