A medida que avanza la segunda presidencia de Donald Trump, quien no lleva ni siquiera un año en el poder, el Partido Demócrata sigue aferrado a sus extremos y a los errores políticos que han provocado la prolongada hemorragia de votantes que le hizo perder las elecciones del año pasado. 

El liderazgo actual de los demócratas se aleja de su clientela natural, gente preocupada por su bienestar económico y los riesgos para sus limitadas finanzas familiares y atrae ahora a elementos más radicales y a las clases pudientes y con mejor formación académica.

El error de este enfoque fue evidente en los últimos ciclos electorales: en el año 2015, se alineó tras Hillary Clinton y sus limitaciones para arrastrar masas de votantes, en 2019, dieron la batuta a Joe Biden porque era “su turno”, a pesar de una senilidad evidente que obliga a preguntase quién gobernó realmente hasta las elecciones del año pasado y en los últimos comicios repitieron su error con una candidata como Kamala Harris, cuyo único mérito parecía ser el de ocupar una vicepresidencia tan inefectiva como el mandato de Biden. 

El Comité de los Nobel teme represalias si no reconoce los logros del presidente norteamericano para alcanzar la paz mundial

Repitieron su error al apostar por la candidatura de Trump, un hombre al que odian y desprecian tanto que lo consideraban fácil de derrotar. Les salió mal: la clara victoria del candidato republicano les obligó a plegarse de inmediato a resultados que han llevado a Washington y al mundo un gobierno monocolor poco frecuente en EEUU.

Las tres ramas del poder federal son republicanas y en los estados también controlan la mayoría de sus gobiernos.

Donald Trump campa a sus anchas por este mundo y parece decidido a compensar todas las desventuras de su primera presidencia y los cuatro años que siguieron, además de lanzar su artillería contra cualquier rival político. No solo la oposición demócrata, sino cualquier conservador que no se alinee con su visión del mundo, de Estados Unidos… y del propio Trump.

Sus esfuerzos más recientes van más allá de objetivos políticos y se centran en el halago personal, concretamente en conseguir el Premio Nobel de la Paz, algo que parece producir nerviosismo en Noruega, donde el Comité de los Nobel teme represalias si no reconoce los logros del presidente norteamericano para alcanzar la paz mundial.

Trump, más concentrado en sus propuestas de paz para Gaza que en la penuria en la que viven los habitantes de ese territorio, se ve como un ángel de la paz a quien los enemigos políticos no quieren reconocer.

Por extraña e incluso repelente que algunos o muchos consideren la política y la personalidad de Trump, tiene suficiente apoyo donde más cuenta, que son los votantes norteamericanos que lo llevaron por dos veces al poder.

La oposición demócrata parece incapaz de comprenderlo y se muestra tan desorientada que no ha sabido encontrar un candidato capaz de unificar al partido con propuestas que apelen a mayoría de la población y devuelvan al mismo a quienes lo abandonaron por no sentirse representados.

Es una miopía política que le hace perder afiliados y seguidores y lleva a acciones que perjudican al partido y a su base, como el reciente cierre del gobierno federal, instigado mayormente por los demócratas.

Trump no es un novato en estas cuestiones, pues en su primer mandato presidió el cierre de gobierno más largo del país: nada menos que 35 días, entre el 22 de diciembre de 2018 y el 25 de enero de 2019, aunque siguieron en su puesto varios cientos de miles (420.000) de empleados públicos considerados “esenciales”, como también sucede ahora.

Medidas impopulares

Este nuevo encontronazo con los demócratas parece brindarle a Trump una oportunidad inesperada para despedir a miles de funcionarios, a quienes tal vez no les queden más recursos para mantener sus puestos de trabajo que una decisión en contra del presidente por parte del Tribunal Supremo. Necesitan suerte: dos tercios de los magistrados son republicanos.

Medidas como recortar los subsidios al seguro médico ponen en peligro la mayoría republicana en el Congreso en las elecciones legislativas de 2026

Trump se declara satisfecho de la miopía política demócrata que le deja camino libre, pero sus colaboradores no son tan optimistas: algunas de las medidas que propone, como recortar los subsidios al seguro médico, son perjudiciales e impopulares entre las clases medias que votaron por él y ponen en peligro la mayoría republicana en el Congreso en las elecciones legislativas del año próximo.

De recuperar una de las dos cámaras, podrían repetirse las pesadillas del primer mandato de Trump: nuevas denuncias y nuevos juicios , que no solo le costarían dinero y riesgos ante la Justicia, sino que asegurarían su inoperancia en los dos últimos años de su presidencia.

Como tantos otros presidentes, se convertiría en el “cojo” político en esta etapa en que todos se preocupan ya por su futuro en el siguiente gobierno. Sería la oportunidad de los demócratas para recuperar las riendas del poder, si es que son capaces de hallar un mensaje coherente y descubrir al candidato capaz de unificar al país con una oferta política razonable.