Moscú. "Qué es la Unión Soviética? Pues Rusia, lo único es que antes se llamaba de otra manera", afirmó Vladímir Putin, el líder que trata de devolver a los rusos el orgullo perdido tras la traumática desaparición del Estado totalitario comunista hace ahora veinte años.
Bueno, no exactamente, ya que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) tenía unos 300 millones de habitantes y 15 repúblicas, y Rusia, aunque sigue siendo el país más grande del planeta, tiene menos de la mitad de población.
El 8 de diciembre de 1991, los líderes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia proclamaron la disolución de la URSS. Habían pasado apenas tres meses y medio del frustrado intento golpista perpetrado por la cúpula del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), que supuso el fin del propio partido, un Estado dentro del Estado y único entramado en el que se sostenía el país más grande del mundo, una unión de más de cien pueblos y etnias cimentada por el totalitarismo. Casi 15 años después Putin diría que la desintegración de la URSS fue la "mayor catástrofe geopolítica del siglo".
En el día de Navidad de 1991, la bandera roja de la hoz y el martillo fue arriada en el Kremlin: el imperio soviético fue incapaz de sobrevivir a la caída del comunismo. Poco antes de que la enseña soviética fuera sustituida por la tricolor rusa, en un mensaje televisivo al país Mijaíl Gorbachov anunció su dimisión como presidente de la Unión Soviética y admitió la esterilidad de sus esfuerzos por evitar su desintegración.
fin de una superpotencia Junto con su renuncia, Gorbachov firmó un decreto por el que traspasaba el mando del poderío nuclear soviético a Boris Yeltsin, el presidente de Rusia, país que se erigía en heredero jurídico de la URSS. Gorbachov se rendía ante la evidencia: una de las dos potencias mundiales del siglo XX había dejado de existir.
Después de 20 años, expertos y políticos prosiguen los debates sobre si su hundimiento tuvo sus orígenes en el modelo mismo o en los errores de su aplicación, en las reformas o en la falta de éstas.
"La caída de la URSS fue una catástrofe, la muerte de un gran Estado... Gorbachov y el Partido Comunista tuvieron oportunidad de crear un sistema democrático con elecciones pluralistas... Ese era el camino", dijo Serguéi Mirónov, líder del partido Rusia Justa y hasta hace poco presidente del Senado ruso.
La herencia soviética fue acompañada de un sinfín de problemas estructurales y un costosísimo arsenal nuclear. Yeltsin, primer presidente ruso elegido democráticamente, logró salvar el país a costa del empobrecimiento de la población, el advenimiento de una aristocracia de multimillonarios y la rendición estratégica ante Occidente.
Para logralo, no dudó en bombardear el Parlamento ruso, que quería limitar sus poderes (3 de octubre de 1993), y en ordenar la invasión de la secesionista Chechenia, violencia que se propagó a toda la región del Cáucaso y que ha marcado a sangre y fuego la política rusa durante los últimos 20 años.
Los rebrotes de esta violencia aún se dejan sentir en ataques terroristas, hoy mas frecuentes incluso en las vecinas Daguestán, República Ingush y Kabardino-Balkaria.
A finales de los años 90 del pasado siglo, Rusia era un país en plena crisis de identidad, ya que carecía de los medios económicos para superar su atraso y de peso político para mantener su influencia en el mundo.
Entonces, Yeltsin cedió el poder a un desconocido funcionario procedente de los servicios secretos, Vladímir Putin, en lo que muchos interpretaron como un retorno del temido KGB y de los nostálgicos del régimen comunista al Kremlin.
Putin, que prometió mano dura desde el primer día, se conjuró para revertir muchas medidas adoptadas durante la década anterior y logró poner orden en el país, ignorando las críticas de Occidente a sus tendencias autoritarias.
Los analistas apuntan que los precios del petróleo, que marcaron máximos históricos durante casi toda la década anterior, facilitaron el trabajo de Putin, que logró pagar a tiempo salarios y pensiones..
No obstante, la reciente crisis financiera demostró que, como reconoció su sucesor en el Kremlin, Dmitri Medvédev, la economía rusa es "primitiva" y sufre una "humillante" dependencia del petróleo y el gas, igual que la URSS.
En el plano político, Putin aprovechó la excusa terrorista para implantar una especie de conducto reglamentario militar, un sistema conocido como "vertical de poder" en el que todas las decisiones dependen de Moscú, en perjuicio del federalismo.
El retroceso en las libertades ha sido denunciado por Gorbachov, que ha acusado al presidente de convertirse en "un nuevo zar" y comparado el partido del Kremlin con el PCUS por su monopolio del poder.
Eso sí, en el plano internacional Rusia ha logrado recuperar posiciones, merced a una política recelosa de Occidente en la que Moscú ha intentado hacerse respetar en su patio trasero y recuperar los lazos con los viejos socios de la URSS, incluida Latinoamérica.
Rusia ha forjado relaciones puramente pragmáticas con los regímenes denostados por Estados Unidos, desde Irán a Siria o Birmania, y se ha opuesto, aunque sin suerte, a la injerencia occidental en los asuntos de otros países: Irak o Libia.
En ese afán de hacer frente al avance occidental hacia sus fronteras y, en particular, a la expansión de la OTAN, Rusia incluso lanzó una intervención militar en Georgia por el control de la separatista Osetia del Sur (8-12 agosto de 2008).
Además, Rusia ha lanzado varios procesos de integración con países como Kazajistán y Bielorrusia, con los que intenta recrear en el plano económico y de seguridad la antigua mancomunidad soviética.
Putin, nostálgico de la URSS, asegura que su iniciativa de crear una "Unión Eurasiática" no es una reencarnación del coloso soviético, pero Occidente sigue sin fiarse del "nuevo zar" , que puede perpetuarse en el poder hasta 2024.