La catarsis de Marc Márquez
El catalán logra su noveno título mundial, el séptimo en la categoría reina, para restituir su leyenda tras una aciaga etapa que le incitó a una retirada prematura y alcanzar la paz interior
Marc Márquez ha alcanzado el momento más relevante de su trayectoria deportiva, casi seis años después de lograr su último título y atravesar un desierto de desolación. Nadie había logrado volver a ser campeón después de tanto tiempo transcurrido. Esta coronación como monarca deMotoGPsignifica el auge tras la caída al abismo de un icono del motociclismo y del deporte mundial. A lomos de la Ducati, se asienta sobre un hito que, más allá de los números, resume la restitución de una leyenda: su noveno título mundial, el séptimo en la categoría reina, lo que le sitúa a la altura de Valentino Rossi y solo por detrás de los quince entorchados de Giacomo Agostini y los trece de Ángel Nieto.
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Este momento sabe a redención. Márquez se ha medido a los cronómetros y también a los fantasmas del pasado, los impredecibles procesos de recuperación, los días de incertidumbre y las operaciones que parecían el ensayo de una retirada prematura. El calendario de 2025 ha sido un mapa del renacer. Lo que estaba en juego no era solo la gloria deportiva, sino el epílogo de una historia marcada por la derrota, la reconstrucción y la reivindicación. “No quiero recordar lo que he pasado; solo quiero disfrutar del momento. Pero ha sido superdifícil. Siento paz en mí. Cometí un gran error en mi carrera al regresar demasiado temprano (tras la primera de las cuatro operaciones que ha sufrido en su húmero derecho fracturado en Jerez 2020), y luché y luché para regresar aquí. Así que me siento en paz”, acertó a decir con los ojos bañados en lágrimas.
La reconstrucción no ha sido solo física. La cabeza, el instinto, el cálculo de riesgos… Márquez ha mostrado una madurez deportiva que contrasta con la deslumbrante impetuosidad juvenil que en su día le hizo tomar curvas sobrepasando límites. Es el mismo espíritu de aquel niño de sonrisa radiante pero con un cambio interior, más metódico, más filosófico.
En 2025 recaló en el equipo Ducati oficial tras una apuesta arriesgada con el Gresini en 2024. Tras años de rehabilitación, lesiones, dudas y altibajos, Márquez, infeliz, cambió de aires: dejó Honda, donde se transformó en todopoderoso, y se embarcó en el proyecto de la moto campeona para enterrar una época aciaga de ánimo y resultados. ¿Sería capaz de recuperar el nivel perdido?
Si el curso pasado dio atisbos de regenerar aquel SuperMárquez, recuperó la ilusión, este año ha respondido con contundencia. En Tailandia, en su debut con la última versión de la máquina Ducati, respondió con contundencia: pole, victoria al esprint y victoria dominical, un arranque apabullante que proyectó una temporada de renacimiento. Márquez admitió entonces que “no me sentía así encima de una moto desde Jerez, en 2020”. El lugar donde nació la desdicha.
Dominio aplastante
La narrativa pasó a ser ¿quién podrá detenerle? Sus estadísticas son demoledoras: 11 victorias y 15 podios en 17 carreras, además de 14 triunfos y 16 podios en 17 pruebas al esprint para ser el primer campeón coronado cinco carreras antes del final de la temporada, un dominio abrumador del campeonato, donde su hermano, Álex, la persona que más ha ayudado en este proceso de reinvención, ha sido su máximo rival, para mayor gloria de la familia. No sólo la máquina ha funcionado; Márquez ha emitido señales de haber ajustado su pilotaje, de haber asimilado la moto Ducati con una inteligencia que solo ofrece la experiencia y el talento. Su compañero, el bicampeón de la categoría reina Francesco Bagnaia, nunca se ha sentido cómodo con la misma montura pese a ganar ayer en el Gran Premio de Japón, donde Marc trató de erradicar riesgos para finalizar segundo y sellar el título en un escenario que le vio reinar en 2014, 2016 y 2018. A sus 32 años es el quinto campeón más veterano de la historia y el sexto capaz de gobernar con dos marcas diferentes.
No se trata solo de cifras. Lo verdaderamente valioso de este éxito es el relato humano que subyace. Detrás del Márquez imbatible hay una persona que pasó por momentos limítrofes: cuatro operaciones en el húmero de su brazo derecho, dudas sobre su futuro, el desgaste emocional de no ser el mismo de siempre... La mudanza a Ducati fue más que un cambio técnico. Fue una intención, una apuesta personal, por volver a verse ganador sacrificando cuestiones económicas. “Ha sido el mayor desafío que he tenido. Estar en la gloria, caer y volver a subir ha sido mi mayor reto. El fracaso no es no ganar, sino no intentarlo”, precisó.
Cómo quiere ser recordado
“Quiero que la gente me recuerde por haberlo dado todo en la pista”, señaló, lo que resume lo que significa más que una ambición. Es la confesión de alguien consciente de que esta corona marca su renacimiento. Esta es la victoria de un piloto que venció a sus dudas, al paso del tiempo, a la fragilidad del cuerpo humano. Es un ejemplo de perseverancia, de superación. “Ha sido muy osado en todas las decisiones que ha tomado para estar aquí”, ensalzó Gigi Dall'Igna, jefe de Ducati.
Las comparaciones con Rossi o Agostini son inevitables al entablar un debate histórico. Pero lo que quiere, lo que siempre ha anhelado, es ser recordado por su entrega, por su pasión en los días buenos y su capacidad para levantarse en los peores. Como rezaba el lema de la celebración del noveno título, este resultado representa “más que un número” para Marc Márquez. Es la catarsis, la purificación por los errores cometidos a los que se ha sobrepuesto para alcanzar la paz interior.