La pillada de la cámara indiscreta en el concierto de Coldplay ocurrió en Gipuzkoa mucho antes de que se pusieran de moda la kiss cam y las redes sociales. Ya sé que, a cuenta de esto, todos los medios están dando la tabarra con el Merlos Place, aquella pillada durante el confinamiento en la que un colaborador de esos que saben de todo (no recuerdo si era político o solo periodista, porque siempre defendía al mismo partido) fue pillado en su casa, con una señora medio en bolas (que no era su pareja) pasando por detrás, mientras daba la serenata por webcam en alguno de esos debates donde todos opinan lo mismo. Aquello ha vuelto ahora al recuerdo, pese a que fue en el ámbito privado y no en un recinto público. Lo de Gipuzkoa ocurrió mucho antes, pero se cuenta en petit comité, pese a ascender a categoría de leyenda, porque entonces, ya digo, no había redes sociales y las teles y los periódicos estaban a otras cosas. Fue en la Expo del 92, alguien de aquí fue pillado allí disfrutando de las bondades de Sevilla y la imagen, al aparecer en un medio de aquí, causó revuelo porque la señora que estaba sentada a su lado en aquel primer plano no era la que correspondía. El pifostio fue de campeonato, pero aquello se convirtió en una valiosa lección sobre la diferencia entre una imagen tomada en un sitio público o en uno privado.