No, no se celebraba el Día de la independencia, ni el Día de Acción de Gracias, ni Halloween, no... Se trataba de la proclamación del presidente número 47 de Estados Unidos. Pero, claro, quien ocupaba ayer el trono desde donde se van a mover los hilos del planeta era Donald Trump, y al personaje en cuestión, como no le gusta nada el protagonismo, se le organizó un sarao (la investidura más cara, con un coste de 200 millones de dólares) más propio de la conquista de un premio de una vedette o de un reconocido artista. Trump, que tomó posesión del cargo al ritmo de artistas country y los míticos Village People en una jornada más típica de la Superbowl que de un acto político tan relevante, estuvo en su salsa, como no podía ser de otra manera, acompañado de personalidades (la mayoría próximas a la ultraderecha) que han estado envueltas habitualmente en la polémica (algunas que copan el escaparate mundial, como Elon Musk o Mark Zuckerberg, y otras de tintes más rancios, como Santiago Abascal). No es de extrañar, por tanto, que el valor de las criptomonedas subiera tan alegremente al albur de las, de nuevo, controvertidas medidas que ya ha comenzado a adoptar. Imagínense cómo acabarían algunos..., pues seguramente como en la fiesta de Blas.