Envidio la memoria de mi ama que con sus 83 años recuerda los teléfonos, cumpleaños y demás fechas indicadas en el calendario sin necesidad de apuntarlas en ninguna agenda de papel o en su versión avanzada llamada google calendar. Ella nos da los avisos a los demás cuando se acerca el evento, y resulta mucho más efectiva que una notificación automática, porque esta llega con cierto tono de reprimenda al ser capaz de, con el simple tono de voz, identificar si tu mente había borrado completamente la susodicha efemérides o, si por el contrario, todavía queda un resquicio en tu cabeza dedicado a conservar ese tipo de información. A ver qué IA hace eso. Me pregunto si en mi cerebro esa información que antes era indispensable ha sido sustituida por datos relevantes o triviales.
La Universidad de Oxford lo tiene claro. Ese agotamiento mental que sentimos a veces, advierten, tiene su razón en que nuestro cerebro está lleno de la basura que leemos, o más bien vemos, a través del móvil. Y por eso han elegido como palabra del año en versión anglosajona brain rot, lo que se traduce como la podredumbre cerebral derivada de un consumo excesivo de material de baja calidad que se presenta en ese scroll infinito con el que la Comisión Europea quiere acabar por ser una técnica totalmente adictiva. No deja de ser paradójico que estemos alimentando constantemente sistemas de Inteligencia Artificial mientras dejamos de entrenar adecuadamente a nuestro inteligencia natural.