Vivo en un pueblo de 1.300 habitantes, a 45 kilómetros de Donostia, y tengo que pagar peaje para llevar al ambulatorio a los niños. También estoy cansado de tanta ocurrencia. Y subir el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI), por mucho que lo proponga una formación de izquierdas, que lo lance en el marco estatal, con el objetivo principal de marcar paquete probablemente, y en horquillas que a gente con vivienda normalita no debería afectarnos apenas, en mi caso reafirma el creciente sentimiento de desapego hacia la clase política, que legisla como legisla, por cierto: desde la teoría, y va dejando cadáveres en los armarios por todas partes, solapando letras hasta construir un marco jurídico que no aguanta ni el papel en el que se plasma y, en consecuencia, resulta incumplible al 100%. Sigo con el IBI. Aquí, las varas de medir las lleva cada uno de serie, pero este humilde contribuyente pagó el año pasado por un piso de 80,23 metros cuadrados, bien lejos de Miraconcha, exactamente 387,52 euros. A mí, desde luego, me parece una pasada. Demasiado para que alguien plantee subirlo, cuando creo que deberían bajarlo sin excusas. Y también creo que estamos sembrando una cosa bien distinta a la que queremos cosechar. Y me da mucha pena. Spoiler: se vienen más ocurrencias.