Como el gota a gota, la ultraderecha está consiguiendo abrir un boquete en las políticas comunitarias por el que está deslizando su fórmula para la gestión de la migración. A las puertas de la campaña electoral al europarlamento, una cita crucial para el devenir de Europa en un contexto de preocupante crecimiento de la extrema derecha, el fenómeno de la migración, entendido como problema, está llamado a ser uno de los asuntos determinantes en el voto ciudadano. No hay que ser muy observador para detectar la facilidad con la que cualquier circunstancia negativa relacionada con los inmigrantes se propaga entre la gente, que se divide entre los que lícitamente exigen medidas contra situaciones ante las que no vale cerrar los ojos y los que aprovechan la ocasión para añadir combustible y seguir alimentando las tesis más ultras. Creo que ha pasado bastante desapercibida la carta enviada por quince estados (más de la mitad de la UE) a la Comisión Europea en demanda de soluciones “innovadoras”, que suena mejor que restrictivas, para frenar la inmigración. Esta petición se fija en la solución que va a poner en marcha la Italia de Meloni y que consiste en pagar a Albania un dinero para que se ocupe de las personas rescatadas en el mar; una fórmula parecida a la del Reino Unido con Ruanda como destino pero, según dicen, más garantista por el ‘pedigrí democrático’ de Albania. En resumen, exportar el problema a países necesitados cambio de dinero.