Donde menos te lo esperas, te lo puedes encontrar. Generalmente, con un cartel grande y amarillo anunciando una oferta que no es tal. Llamando la atención del cliente sobre el precio y dejando el producto en segundo plano. Precisamente, ese es el objetivo, porque si te fijas en el envase, descubres el engaño. 100 gramos o dos unidades menos. Hasta ahora lo había visto con las botellas de aceite y las tabletas de chocolate, pero no me lo esperaba también en las bolsas de pasta. Mismo precio que antes, pero han pasado de medio kilo a 400 gramos. Esta práctica tiene un nombre ostentoso: reduflación, que ya muestra por dónde van los tiros. Para hacer frente a la inflación o subida de precios, se mantiene el coste, pero se reduce la cantidad. El cliente, sin embargo, piensa que está comprando lo mismo que antes, porque no solemos fijarnos mucho en cuánto pesan los paquetes que metemos en el carro. Desgraciadamente es una táctica legal, aunque podríamos tildarla de poco transparente, porque el precio no se reduce, se mantiene dando menos cantidad. Como siempre, el cliente sufre las consecuencias. Hace más de un año empezamos a oír hablar de ellos, tras la crisis desatada con la guerra de Ucrania, pero a día de hoy sigue más que presente que nunca e incluso sigue extendiéndose.