Quitando El Padrino y Terminator no existen segundas partes que mejoren las primeras. Ocurre también en la vida personal. Por ejemplo, cada vez que he intentado dar una segunda oportunidad a una relación sentimental, ha salido mal... para mí. Ellas, afortunadamente, acabaron en el camino correcto de la felicidad, sólo que tardaron un poco más. Las secuelas, o bien son innecesarias, o bien redundan en los errores de las primeras partes, enfiladas siempre en la obtención de mayores beneficios o en la satisfacción personal de haber cronificado una situación que no se es capaz de cortar. La cuestión es que las segundas partes rara vez benefician a la sociedad. Es por ello que actualmente en el País Vasco hay, al menos, dos proyectos que provocan, cuanto menos, que los ciudadanos arqueemos las cejas. Nos referimos a la segunda sede que el Basque Culinary Center desea instalar en un parque de Gros y, especialmente, a la segunda sede del Guggenheim que se busca construir en Urdaibai y que, de forma preocupante, es uno de los elementos que el Gobierno Vasco ha incluido como un “hito” en el Plan Estratégico de Cultura 2028. Como el novio que busca que le den una nueva oportunidad sin tener la suficiente responsabilidad afectiva para hacerse a un lado, estos proyectos representan a zombies que desconocen que están muertos. Para cuando lo descubran, quizá la sociedad ya les haya pasado por encima.
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