Los diputados pudieron ayer hablar en las lenguas oficiales que existen en las diferentes regiones del Estado con libertad. Oficiales porque así lo reconoce el Sancta Sanctorum de los constitucionalistas. El libro sagrado, inviolable, recoge en su artículo tercero la “riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España” como “un patrimonio cultural objeto de especial respeto y protección”. Pues tanto el PP como, por supuesto, VOX han obviado este artículo de la Constitución española en el Congreso. Los primeros porque, a parte de la intervención de Semper en euskera autotraducida, consideraron que el resto de las personas que intervinieron en la Cámara baja usando una lengua diferente al castellano no debían de tener nada interesante que decir porque ninguno usó los pinganillos necesarios para escuchar las traducciones. Y los otros, Abascal y compañía, como niños enfurruñados, cogieron la puerta y se marcharon, para evitar escuchar a los diputados hablar en euskera, gallego o catalán. No sea que aprendieran algo. Un bochornoso espectáculo que no merecemos los ciudadanos, sean bilingües o monolingües. Pero la estrategia les ha servido para ocupar los titulares y que el verdadero hito de escuchar las diferentes lenguas en el Congreso quedara en segundo término. Una pena.