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Mesa de Redacción

Carolina Alonso

Ni mu

Ni muN.G.

Estamos varias personas en la cola de una tienda de comestibles esperando que nos toque. El tendero le dice a una: “¿Qué hay, Mari?, que no dices nada”. “Yo no digo nada”, contesta. “No digo nada de nada”, añade tras un silencio. “Bueno”, dice el comerciante con una sonrisa, mientras sigue atendiendo a otra. “No digo nada, que luego todo se sabe y todo se comenta”, suelta la tal Mari. “Sí, claro, mejor así”, accede el comerciante con cara de circunstancias. “En mala hora habré preguntado”, creo yo que habrá pensado el hombre. Los demás clientes de la cola seguimos mudos, esperando a ver si el suspense finaliza de una vez. Le toca a Mari, pide unas piezas de carne, pero “¡a ver cómo están, eh!”, advierte. Mientras, a mí me han servido y me tengo que ir. Pago sin prisa, a ver si me entero cómo sigue la novela. Mari se acerca al mostrador y murmura algo al tendero, pero no la puedo oír. No tengo excusa para quedarme en la tienda y salgo fuera. Espero a Mari con disimulo. “¿Pero qué te pasaaaaa?”, me dan ganas de chillarle cuando sale. Pero no me atrevo. La cotilla que llevo dentro explota y me voy a a casa a dejar la compra poniendo la oreja a cualquier conversación. Cuando saquen el siguiente Sálvame que entrevisten a Mari. Vaya capacidad de generar interés.