El estatuto de Gernika va camino de convertirse en una obra como la de la Sagrada Familia de Barcelona, que parece condenada a no acabarse jamás. Pese a que pronto se cumplirán 45 años desde que fue aprobado en referéndum, su desarrollo sigue dependiendo de la habilidad negociadora de los diputados vascos en el contexto de necesidad para armar mayorías de los dos principales partidos españoles cada vez que les toca gobernar. Por no hablar del virus recentralizador que anida en tantas leyes y normas que promulgan los gobiernos españoles y que erosionan el autogobierno sin disimulo. No hay más que oír a Pedro Sánchez o a su portavoz Isabel Rodríguez hablando de “alineamiento” de las comunidades autónomas o de que a la gente no le importa de quién son las competencias. Esta nueva ofensiva contra la autonomía vasca llega envuelta con el sello de lo social que le imprime la alianza entre las izquierdas española, vasca y catalana. Esto me recuerda a cuando se hablaba del colesterol bueno, teoría que se tambaleó cuando estudios posteriores demostraron que el colesterol bueno tampoco era tan bueno para la salud cardiovascular. Al igual que no hay colesterol bueno, tampoco invasión competencial buena, aunque lo vistan con ropajes benéficos, más que dudosos a menos de treinta días para ir a votar.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
