La desjudicialización del conflicto catalán se ha quedado a medias, justo hasta donde le ha alcanzado al Tribunal Supremo para desbaratar los efectos de las reformas legales del Gobierno de Pedro Sánchez que, no lo olvidemos, fueron aprobadas por la mayoría absoluta del Congreso de los Diputados. Lo cierto es que la expresión mayoritaria de la soberanía ha naufragado ante la interpretación que ha hecho la justicia para sostener el espíritu de su fallo contra los acusados del procés. Catalunya sigue siendo un espejo que conviene no perder de vista para conocer hasta dónde están dispuestos a llegar los poderes unionistas en la defensa de su concepción de España. Desde esa visión brotan con frecuencia campañas de acoso y derribo de los requerimientos lingüísticos que la ley ampara en las periferias por lo que suponen de freno para la incorporación de los mejores currículums profesionales, perfiles para los que el euskera o el catalán serían un estorbo en sus aspiraciones profesionales. “¿Quieres un buen médico o un médico que sepa euskera?” Es la frase que ha hecho fortuna. Y resulta que esta semana hemos sabido cómo se ha invitado a abandonar de su cargo en el Banco de España a un economista de prestigio por su independentismo, consistente en firmar una carta de apoyo a Ponsatí. ¿Qué prefieres un buen economista o un economista español?