Y ya es Nochevieja. Hacemos balance de lo bueno y malo, que cantaba Mecano, y llenamos el saco de buenas intenciones para el nuevo año, que es mañana: que si dejar de fumar, que si ser más ordenados, que si apuntarnos al gimnasio… y hasta ir cuando toque. Y como en una manualidad de Art Attack, hacemos un pequeño corte, bueno tirando a grande, en el fondo del saco para que por ahí vayan cayendo, sin tardar demasiado, todas las buenas intenciones, porque darnos un autocorte de mangas quedaría feo y sabemos en el fondo que la Nochevieja es una celebración tan rutinaria como cualquier otra y si quisiéramos estar más sanos no empezaríamos el año pegándonos un atracón de grasas regado con más grados que una insolación. Pero nos autoengañamos que es, en realidad, en lo que consiste esta noche y por un momento, antes siquiera de empezar a abrazarnos, nos creemos un poquito nuestras mentiras. ¿Por qué no iba a poder yo? …que un día fui delgado …que un día fui ordenado …que un día fui un ejemplo de algo. Y miramos al futuro pensando en recuperar nuestro yo del pasado. ¿Qué le dirías a tu yo del pasado? Que lo siento. ¿Y al del futuro? Que seguiré intentándolo. Palabras derrotistas encubiertas en buenos propósitos por los que hoy brindaremos aun sabiendo que nunca los cumpliremos. Feliz año.