Algunos pueblos de la España vaciada han puesto en marcha iniciativas para atraer familias a su término municipal y, así, recuperar el derecho a tener una escuela y otros servicios, además de inyectar juventud a la localidad. Los que se han animado a buscar su futuro en el mundo rural, lejos de la grandes urbes, están contentos, pero son pocos para detener la muerte lenta de algunas zonas. El problema también existe en otros países de nuestra vieja Europa y el Reino Unido, donde el vaciamiento de población no se centra solo en los pequeños pueblos. Afecta también a los núcleos urbanos de cerca de 100.000 habitantes, como la ciudad francesa de Roubaix, famosa por la carrera ciclista que la conecta con París. Su Ayuntamiento, así como el de otras ciudades menores que languidecen, decidió vender a un euro viviendas de su propiedad que se encuentran en pésimas condiciones y requiere de obras. Los compradores se comprometen a pagar los arreglos y a vivir unos años en ellas. El experimento se ha repetido en distintas poblaciones con un éxito variable. Son soluciones imaginativas para problemas que son exactamente los contrarios que los que nos afectan aquí. Aunque aquí también hacen falta soluciones atrevidas para el alojamiento de la población, que no acaban de aparecer.
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