El espíritu de Berlanga vive y los parlamentos son un buen ecosistema para ello, sobre todo cuando la vida parlamentaria se reduce a la votación. A un periodo de treinta segundos en el que un gobierno puede pender de un hilo. En Valladolid el Gobierno regional no peligra, pero terminado el Mundial, PP y Vox decidieron meterse un gol en propia puerta. Nadie sabe cómo ni por qué, terminaron tumbando sus propios presupuestos al apoyar las enmiendas del PSOE. Casi nadie en aquellas bancadas de orden supo lo que el presidente del Parlamento (Carlos Pollán, Vox) pidió votar. Enunció un epígrafe infumable de los que abundan en los parlamentos de todos los colores y abrió la votación. Cuando esto sucede, sobre todo en bancadas numerosas, un figura dice qué hay que votar, que nadie se descarríe. Termina el tiempo como en los concursos de la tele: “Votos emitidos, 77. A favor, 66. En contra, 4. Abstenciones, 7”. No hay comodín del público ni de la llamada. Jolgorio del PSOE, incredulidad en el PP, que pide repetir la votación. Carta en la mesa pesa, dice el refranero, y si no hay error técnico, no media repetición. La bonita foto de aprobar los presupuestos a las puertas de navidad sale borrosa. En un mes votarán una proposición de ley para corregir su propio desaguisado. Si el espíritu de Berlanga lo permite. l
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