Mi amatxi de Bera se llamaba Castora y mi abuela de Larraga, Jovita. Si piensan que lo de poner nombres rarunos, originales o poco comunes (ahora se llama innovar) es cosa de ahora, es más viejo que la pana. Ahí va una lista artesanal, que no está copiada y pegada de san Google: Bernardina, Fabriciano, Escolástica, Aproniano, Apelia, Longinos, Enedina, Belisario, Pompeyo, Terencio, Ninfa, Exkola, Walquiria, Incaluna, Cenovia, Crisanta, Germinal, Hermógenes (compañero de clase en EGB), Olimpio, Saladina, Ovidijus, Higo, Escelsa, Kalliopi, Evilasio, Maridina, Práxides, Eduvigis, Társida, Obdulia, Liberada, Floreal, Eufrasia, Lindamir, Salustiana, Isolina, Ananda, Eutiquio, Antidio, Trifón, Gorgonio, Baudilio, Emigdio, Poldo, Ubaldo, Quiliano, Diamantino, Recaredo, Conceso, Sigis, Cirico, Fidencio, Aderito, Ursucio, Cleofás, Servando, Flocelo, Acacio, Patrocinio, Nayeri, Nira, Deogracias, Restituta, Concesa, Albacidio, Amantino, Vespasiano, Sotera (como la trainera), Calvano y Clicerio. Si van tener una criatura, disponen un buen puñado para elegir. Uno es más fan de los motes cariñosos que de los nombres. Motes tipo Popis, Pingus, Basajaun, Sherpa, Mele, Axeli, Laureta, Svetikanin, Schuster, Mendiondo, Pollo, Guindis (de guindilla) o Vinagres, pero no sabemos si su excelentísima jueza estaría por la labor.