Puede que todo se vea mucho más fácil desde este otro lado de la realidad. Puede que el ojo censor que todo lo ve en las redes sociales se haya convertido en un tribunal que dicta sentencia, atribuyendo al resto hechos ilícitos de los que siempre salimos indemnes. No lo sé. Sin entrar a valorar si hay una razón psiquiátrica detrás del crimen, vuelve a llamar la atención la falta de empatía de quienes graban las imágenes sin hacer nada ante un hecho violento como el que se cobró la vida el viernes pasado de un vendedor ambulante nigeriano en plena calle, en la ciudad italiana de Civitanova Marche. El hombre, de 39 años, con mujer y un hijo de ocho, fue agredido mortalmente porque pidió “insistentemente” limosna y agarró del brazo a su novia. Hay varios viandantes que con sus teléfonos móviles recogen la secuencia de los hechos: primero le golpea con su propia muleta, le tira al suelo y se coloca sobre él hasta acabar con su vida, tal y como se aprecia en los vídeos. En ocasiones, parecemos ser un elemento gráfico más de esas pantallas que nos conectan con el mundo y nos desconectan de las personas. A través de las redes sociales resulta mucho más difícil interpretar los sentimientos de los demás, y el problema es cuando esa falta de empatía digital se traslada a las calles.