¡Albricias! Después de ser castigado al banquillo el año pasado por el malvado Sánchez, el hijo del apartado en Abu Dhabi volvió ayer a Barcelona a repartir diplomas de juez y jueza. "El Rey en Cataluña: donde debe estar", celebra el editorialista de El Mundo en una pieza escrita con las rodillas en el suelo y la testuz doblada. Y con palamadita en el hombro al baranda caducado del CGPJ: "Digno de mención fue el discurso de Carlos Lesmes. Comenzó el acto con unas palabras de desagravio por lo ocurrido en 2020 y ensalzó la figura del Rey, colocando en su sitio justo el papel constitucional que la Corona ejerce en defensa del Poder Judicial y del Estado de derecho, recordando que la Justicia se administra en nombre de quien simboliza la unidad y permanencia de la indivisible nación española. No nos cansaremos de repetir que allí donde más amenazada está la Constitución, más necesaria ha de ser la defensa de sus símbolos. El Rey pisará Cataluña cuantas veces haga falta". Le ha faltado añadir "chinchad y rabiad".

En Vózpuli, Jorge Vilches se apunta a la lisonja y a la exageración. Según el amanuense, estamos casi en las mismas que tras el refereréndum de 2017: "Es extraño que un Rey tenga que recordar en público el fundamento del sistema constitucional. Es tan raro que suena a llamamiento a la sensatez para unos dirigentes que juegan con los delicados mecanismos de la democracia, desde la separación de poderes hasta la soberanía nacional o la organización territorial. La sensación es la misma que en octubre de 2017, cuando tuvo que salir Felipe VI a afirmar que esto es una democracia garantista".

Josep Martí Blanch parece enmendarle la plana a su colega. Según dice el opinador de El Confidencial, Catalunya es ahora una balsa de aceite: "Jornada de trabajo de mañana y tarde de Felipe VI ayer en Cataluña. Entrega de despachos de manos del monarca a la LXX promoción de la carrera judicial tras el desayuno y conmemoración del 250 aniversario de la patronal Foment del Treball por la tarde. Justicia y dinero en la agenda de su majestad. Se acabaron los días en los que la visita del Rey a Cataluña era noticia por las vehementes manifestaciones de rechazo institucional y callejero".

En la misma linea, el editorialista de La Razón habla de "Normalidad de la Corona en Cataluña". Y seguro que ayer fue así, pero luego al escriba de Marhuenda (si no fue él mismo) se le va un poquito la mano pintando Catalunya como tierra de desmedido amor borbónico: "Es cierto, y sería un absurdo negar la realidad, que un sector de la clase política local, mayormente adscrita al separatismo, suele hacer su habitual «performance» anti monárquica, pero también lo es que la mayoría de los catalanes perciben las visitas de Su Majestad como una muestra del apoyo institucional de la Corona a aquellas actividades que redundan en beneficio de los intereses generales de Cataluña y, por ende, del resto de España". La mayoría de los catalanes. La mayoría, dice.

En el vetusto ABC no hay editorial. A cambio, el director en persona se marca unas letras sobre los saraos del coronado en las tierras irredentas. Dice Julián Quirós que sí pero que no: "De alguna manera, compramos su discurso cuando exaltamos la presencia del Rey en un territorio más de España, cuando celebramos como un pequeño triunfo cada vez que pisa suelo catalán. Lo más relevante, no obstante, resulta el alineamiento de la jefatura del Estado con el Poder Judicial. Los jueces se han convertido en estos tiempos en la última frontera, la barrera infranqueable con la que se topan los variados hostigadores de nuestro sistema constitucional".

Buscamos el postre en El Debate, donde sorprendentemente no se encuentran ni una línea en la sección de opinión. Nos conformaremos con la obsequiosa crónica de lo sudedio firmada por Yolanda Canales, y con este dulce final: "Ha sido una ceremonia en la que se han vivido dos momentos especiales. Primero, cuando una de las nuevas juezas fue a recoger su diploma a manos del Rey, en silla de ruedas. Fue recibida con un gran aplauso por parte del Auditorio. Y de la misma forma, los asistentes al acto también han dedicado un largo aplauso a Felipe VI cuando ha acabado su discurso. Se han puesto en pie y se ha lanzado algún «viva el Rey»". Si no se han emocionado es que tienen el alma de frío acero.