Simone Biles es mucho más que la mejor gimnasta de todos los tiempos, incluyendo a los hombres. Esta consideración puramente deportiva la logró hace unos días en el Mundial celebrado en Amberes (Bélgica) al añadir cuatro medallas de oro y una de plata y sumar de este modo nada menos que 37 metales entre Juegos Olímpicos y Mundiales. Y con la sensación de que seguirá pulverizando récords y de que podía llevar todavía más preseas de no haber tenido que luchar, además de contra sus rivales, frente a problemas de salud mental que la han tenido alejada de la alta competición durante dos años. Pero la estadounidense ha regalado con ello otra lección, la de visibilizar los problemas, saber parar, dedicarse tiempo a sí misma y retornar cuando se ha sentido capaz. Y vaya regreso. Los Juegos Olímpicos de París están a sólo diez meses...

No es la única piedra en el camino con la que ha topado Simone Arianne Biles, que nació en 1997 en Columbus (Ohio) en el seno de una familia que no ofrecía las mejores garantías a una niña, ya que tanto su padre como su madre eran adictos a las drogas y al alcohol. Su abuelo materno, Roland Biles (de ahí que Simone adoptara el apellido de su madre y no el de su padre), y su segunda esposa se hicieron cargo de ella, la adoptaron junto a su hermano Adria y se mudaron a Houston, mientras que los hermanos mayores, Tevin y Ashley, fueron adoptados por la hermana de Roland y se quedaron en Ohio.

Desde entonces Simone tiene contactos puntuales con su madre, que ya está rehabilitada de sus adicciones, pero no con su padre. También tuvo que hacer frente a la detención de su hermano Tevin en 2019, acusado de triple asesinato, aunque finalmente fue absuelto por falta de pruebas sustanciales.

En el podio como ganadora del Mundial de 2014 en China. Efe

En cualquier caso, ese traslado a Houston resultó absolutamente decisivo para que se convirtiera en una figura, la gran figura de la gimnasia artística. Porque cuando tenía seis años una excursión a un centro de gimnasia entusiasmó a la niña, que se puso a imitar a las deportistas que estaban entrenando ahí. Una entrenadora la vio, llamó a la entrenadora principal y detectaron cualidades en ella. Le pidieron los datos y enviaron una carta a su casa animando a inscribirla en el club. Así lo hizo y poco después ya era una jovencísima promesa de la gimnasia que sacrificó buena parte de su infancia y adolescencia con la intención de llegar a ser la mejor. Los entrenamientos eran su prioridad, pero como no quería descuidar sus estudios aprobó la Secundaria estudiando en casa para tener así más tiempo para el deporte.

Convertida en estrella mundial con tan sólo 16 años

Su determinación, su constancia y su esfuerzo, además de unas cualidades físicas innatas la hicieron destacar muy pronto. En sus primeras competiciones importantes, en 2011, ya logró algunos resultados interesantes, que mejoraron al año siguiente. Un tercer puesto en la general individual del Campeonato Nacional de Estados Unidos provocó la llamada del equipo nacional júnior de su país. Ya estaba entre las escogidas.

2013 fue el año de su despegue internacional, en su debut en la categoría absoluta. Fue llamada por el equipo nacional sénior para sustituir a una gimnasta lesionada y su buen nivel, unido al triunfo en la general individual del Campeonato Nacional sénior, en el que fue plata en los cuatro aparatos (salto, barras asimétricas, barra de equilibrio y suelo) le otorgó una plaza oficial en el equipo nacional sénior, ganándose poco después el pase a su primer Campeonato del Mundo, disputado, como hace una semana, en Amberes. Lo ganó con enorme solvencia, convirtiéndose en la primera afroamericana en conseguirlo. Y repitió triunfo en 2014 (en Naning, China) y en 2015 (en Glasgow, Escocia).

Llegaron sus primeros Juegos Olímpicos en 2016, los de Río de Janeiro (Brasil), y allí arrasó con una cosecha de cuatro medallas de oro y una de bronce, convirtiéndose en la gimnasta estadounidense con más oros en una única cita olímpica y fue, con todo merecimiento, la abanderada estadounidense en la ceremonia de clausura.

Biles, compitiendo en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, en 2016. TATYANA ZENKOVICH

Se había convertido en una estrella mundial y utilizó ese altavoz para denunciar algo muy doloroso que había vivido dentro del equipo nacional: había sido una de las víctimas de los más de cien casos de agresión sexual que el médico de la Federación Estadounidense entre 1996 y 2014, Larry Nassar, había perpetrado contra jóvenes gimnastas. Se enfrentó a la Federación y se unió al movimiento MeToo. “La mayoría me conocéis como una chica feliz, risueña y energética. Pero últimamente me he sentido un poco rota y cuanto más trato de acallar la voz en mi cabeza más alto grita. Ya no tengo miedo de contar mi historia. Yo soy una de las supervivientes que fue abusada sexualmente por Larry Nassar...”, comenzaba la dura carta que publicó en sus redes sociales en enero de 2018, año en el que volvió a proclamarse campeona del Mundial en Doha (Qatar), con cuatro oros. Cinco logró al año siguiente en Stuttgart (Alemania).

Testificando en el Senado de EEUU contra el médico del equipo nacional por abusos sexuales. Efe

El escándalo de los abusos sexuales y la comentada detención de su hermano no ayudaban a su tranquilidad de cara a una nueva cita olímpica, la de Tokio 2020, que se celebró en 2021 debido a la pandemia de covid. Y allí la presión pudo con Biles y recordó al mundo que es un ser humano. “Siento que a veces tengo el peso del mundo sobre mis hombros”, avisó un día antes de retirarse de la final por equipos nada más comenzar, final en la que EEUU acabó adjudicándose la plata. “Tenemos que proteger nuestra mente y nuestro cuerpo y no limitarnos a hacer lo que el mundo quiere que hagamos. Ya no confío tanto en mí misma. No somos sólo atletas. Somos personas al fin y al cabo y a veces hay que dar un paso atrás”, afirmó, asegurando que no quería “salir en camilla”. Porque reconoció estar sufriendo twisties, bloqueos mentales que le causaban una pérdida del sentido del espacio cuando estaba girando en el aire, produciendo un peligroso descontrol del cuerpo que podía desembocar en una mala caída. 

Así, fue renunciando a la competición individual, tanto general como por aparatos. Sólo retornó para la última prueba, la de barra de equilibrio, donde cosechó un bronce. A partir de ahí decidió parar indefinidamente para cuidarse, para hacerse un favor a sí misma y recuperar su salud mental mientras hacía otro favor al mundo: el de visibilizar estos problemas que cada vez son más comunes en una sociedad cargada de presión.

Simone Biles, el día de su boda con Jonathan Owens en abril de este año. Instagram (@simonebiles)

Antes de retornar a la competición se casó, en abril de este año, con el jugador de fútbol americano Jonathan Owens (con el que mantenía una relación desde 2020) y en agosto regresó por todo lo alto en el US Classic. Un nivel que ha refrendado en el Mundial de Amberes, con cuatro oros y una plata que la han colocado con 37 medallas (29 de ellas de oro) entre Juegos Olímpicos y Mundiales, superando al bielorruso Vitaly Scherbo, que sumaba 33. Y todo hace indicar que la cosecha seguirá aumentando en los Juegos de París, aunque Biles admite que sigue yendo a terapia porque la necesita. Como tantas otras personas.

Biles, durante un ejercicio de salto en el reciente Mundial de Amberes. OLIVIER MATTHYS

Los saltos mágicos que llevan su apellido

Es tal el nivel que ha alcanzado la estadounidense en el mundo de la gimnasia artística que Biles ha dado su apellido a cinco movimientos: dos en suelo, uno en barra de equilibrios y otros dos en salto”. Eso sí, los cinco ya se conocían en categoría masculina, pero Biles ha sido la primera mujer en ponerlos en práctica en el transcurso de una competición.

El último de ellos ha sido el Biles 2, con el que ha sorprendido en el reciente Mundial de Amberes: un salto Yurchenko con doble mortal carpado, que ya popularizó el chino Yang Wei antes de los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Biles lo trasladó a categoría femenina por primera vez en 2021 en el torneo US Classic. Era la primera vez que una mujer se atrevía con ese salto y ahora, tras ejecutarlo con éxito en una competición internacional (el Mundial de Amberes), ha entrado en el código de puntuación de la gimnasia artística femenina con un 6,4 lo que lo convierte en el movimiento más complicado. Tras una carrera de aproximación, en la que puede llegar a los 20 km/h, inicia una rondada con prevuelo, se impulsa en el trampolín y consigue la altura necesaria para poder realizar los dos mortales.