Sencillo, reservado e incluso tímido en las distancias cortas, el pamplonés Javier Muruzabal es una caja de sorpresas. De esas que te van cautivando conforme mejor las conoces. Porque este alma aparentemente discreta y sin pretensiones de fama o notoriedad, esconde a sus 30 años de edad una potente personalidad que embelesa. Y que pone los pelos de punta cuando, por ejemplo, se arranca con algún temazo de Nino Bravo (ha ganado varios concursos karaokeros en la Vieja Iruña), o cualquiera visualiza la gran masa de seguidores y seguidoras que cotillean su día a día en Instagram: más de 22.500. “Nunca me he tomado como un trabajo las redes sociales. Quiero decir, han sido un entretenimiento, un hobby, sobre todo la fotografía. Llegar a acumular estas cifras ha sido algo radicalmente casual. No buscado”, asegura con total sinceridad este joven experto en posicionamiento web (SEO), y licenciado en Comunicación Audiovisual por la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra. Fruto de la casualidad, y de una cuidada apuesta digital (ninguna imagen está colgada sin sentido), J. Muru (como también le llaman sus íntimos amigos) sí recuerda la primera publicación que estalló por encima del resto. “Coincidiendo con el día de la defensa de los derechos LGTBI+, se me ocurrió hacerme una fotografía en un banco con los colores del arcoíris. Fue una instantánea que desde el principio obtuvo una respuesta genial. Los me gustas se multiplicaron”, rememora, sin desmerecer una preciosa instantánea por las calles de Pamplona, a modo de autorretrato. “No es lo habitual en mi estilo, pero decidí publicar un selfie en blanco y negro, y también dio el pelotazo. Lo digo de verdad, no tenía nada especial. Era una buena imagen, eso sí. Quizá por ello gustó”, admite con humildad el propio Muruzabal.

La misma modestia con la que acompaña sus palabras al hablar de las marcas con las que ejecuta las famosas “colaboraciones”: “Una de las primeras fue Lacasitos, con la que hice un intercambio. Me enviaron género gratis a cambio de que por mi perfil yo hiciera publicidad a su producto. Eso sí: ¡No contaba con tantos regalos! Me enviaron tantos botes que durante meses casi pude merendar a base de chocolate”. Un modo de trueque comercial 2.0 que no se repitió cuando trabajó para San Miguel. Entonces, la famosa marca de cervezas le contrató para disputar un partido en El Sadar, el estadio de su querido Osasuna. “Como rojillo que soy, este trabajo fue un regalo. Además, lo pude degustar con mis dos hermanos, Fermín y Ana. Lo recuerdo con emoción”, concluye este micro-influencer navarro. Un chaval que ya se asoma a los 31, que no le quita el sueño, para nada, “las estadísticas sobre incremento o disminución de seguidores”: “Seguiré apostando por un Instagram de calidad, especialmente en la imagen”. Con esa misma (y necesaria) naturalidad que ya ha enganchado a casi 23.000 followers.

Perfil digital

Una vida ‘azulada’: Sus cifras en Instagram son el resultado de un exquisito trabajo de edición, estética y dedicación. Suma una comunidad de casi 23.000 seguidores y seguidoras concentrados en su perfil de Instagram. “Es prácticamente la única red que uso”, reconoce. Por ello cuida tanto su fotografía y estética. Ese tono azul Mediterráneo tan identificativo.