l pasado viernes se cumplió una década desde que el Ayuntamiento inauguró de modo oficial el parque de Ame-tzagaina, un espacio verde que ocupa la colina que separa los barrios de Loiola e Intxaurrondo, al que se accede por ambos, así como por la zona alta de Egia. La transformación del espacio en parque verde, lleno de rincones agradables y con unos cinco kilómetros de caminos para pasear, añadió a Donostia una de sus zonas verdes más amplias, con cerca de 39 hectáreas. Años antes se había acondicionado también una vaguada sin uso que se transformó en el parque de Larratxo, con nueve hectáreas de espacio natural el ,y más tarde llegó también el bosque de Miramon, con 62 hectáreas más de zona vegetal.

La transformación del espacio de Ametzagaina duró unos seis años y costó 11 millones de euros. Ocho de ellos se gastaron en las cuatro fases en las que se dividió la obra mientras que los tres restantes se destinaron a pagar las expropiaciones de los terrenos, que llevó a cabo el Ayuntamiento para hacerse con la totalidad de los terrenos.

Hasta entonces, el espacio que había acogido huertas clandestinas, escombreras y las ruinas del antiguo fuerte no era muy transitado, con la excepción de los dueños de perros de zonas cercanas y los usuarios de las parcelas plantadas. Las ruinas del viejo fuerte se recuperaron en verano de 2008, gracias a un campo de trabajo en el que tomaron parte tanto jóvenes donostiarras como de la ciudad alemana de Wiesbaden. La puesta en marcha del parque dejó algunas ideas en el camino, como la que proponía crear un ascensor entre Loiola (cerca de los cuarteles) hasta la zona alta de la loma y servir así de enlace peatonal rápido con Intxaurrondo.

Sin embargo, y aunque el elevador no llegó a materializarse, son muchos los vecinos de ambas zonas, y de otras de la ciudad, que caminan de un barrio a otro y disfrutan del paseo y la estancia en un lugar natural, cuyo diseño fue encargado al equipo de Lur Paisajistak. Las imponentes vistas desde el mirador de la zona alta hacia la ciudad y el denominado cráter, situado cerca del centro comercial Garbera, que se oculta de la vista desde su interior, son algunos de los puntos llamativos de la zona verde, pero no los únicos.

Ruinas del fuerte

De liberales

Otro tesoro escondido en el parque de Ametzagaina son los restos del antiguo fuerte del mismo nombre, un espacio poco recomendable en el pasado que estaba semioculto entre los matorrales hasta que fue limpiado y recuperado, lo que permite ver ahora la muralla y el foso así como pasar por el interior. El fuerte fue inicialmente construido en 1838 por los liberales en el contexto de las guerras carlistas y, tras su destrucción, reconstruido en 1875. En el siglo XX ya no tuvo uso.

Para descubrir esta fortaleza en ruina, desconocida para muchos donostiarras, es necesario caminar cinco minutos desde una de las entradas al parque, la del paseo de Otxoki, por la denominada puerta de Intxaurrondo, junto a los conocidos viveros Ducasse.

Pero la puerta de Intxaurrondo es solo uno de los cuatro accesos a la loma verde. Al parque surgido en la colina se puede entrar también desde Garbera, muy cerca de la parada de autobuses del centro comercial, desde donde se llega enseguida al entorno del cráter y las mesas de pícnic instaladas. También se puede penetrar en la zona verde desde Loiola, en las inmediaciones del puente Espartxo, actualmente en reconstrucción, y llegar hasta el mirador con un camino en cuesta de una pendiente máxima del 6%, como dictan las normativas de accesibilidad. Muy cerca de esta entrada se construyó el albergue de Uba, abierto en 2012, un alojamiento para jóvenes que ha servido durante la pandemia del coronavirus para atender a personas sin hogar. En el mismo camino de Uba, aunque sin adentrarse en las hectáreas del parque, se encuentra la ermita de Uba, un pequeño templo católico documentado ya en el siglo XIV y que ha sido cedido a la Iglesia Ortodoxa, que celebra en él sus misas los domingos.

La cuarta entrada es la de Tuniz Enea, donde se juntan los barrios de Egia e Intxaurrondo, un acceso cuesta abajo donde se encuentra un parque infantil con tirolina, que ha sufrido actos vandálicos en varias ocasiones.

El parque de Ametzagaina no es exclusivo para caminantes ya que también pueden circular por él las bicicletas, aunque con especial cuidado en las zonas en cuesta. La amplia red de caminos del espacio alargado, con una altura máxima de 122 metros, ha tenido que ser reparada también ya que las lluvias han provocados desprendimientos del suelo en la zona más cercana al área de picnic de Garbera.

Aunque para muchos, la colina de Ametzagaina no era más que un espacio poco transitado por los ciudadanos, la realidad es que el ser humano lo conocía desde tiempos muy lejanos. Durante las obras de reforma del entorno para su transformación en parque fueron hallados unos 2.000 restos de piedras talladas, principalmente en sílex, tanto en la zona del fuerte como en la zona de la loma más cercana a Garbera. Tras su análisis, los expertos señalaron que los útiles hallados correspondían a la época gravetiense. Los expertos Jesús Tapia y Francisco Barrio, que documentaron los hallazgos prehistóricos, consideraron que los fragmentos encontrados pertenecían un grupo humano asentado entre los años 30.000-20.000 antes de Cristo. Asimismo, señalaron que el poblamiento hallado estaría relacionado con la de cueva Aitzbitarte, en término municipal de Errenteria, muy cercana a este punto del actual término municipal donostiarra.

Ovejas para el césped

Quejas por los perros

Además de su pasado, en gran parte de desconocido, en sus diez años de vida, el parque de Ametzagaina ha tenido sus propias anécdotas. Por ejemplo, la polémica suscitada cuando el Gobierno municipal dirigido por Juan Karlos Izagirre (Bildu) decidió contratar a un pastor y sus ovejas para mantener a raya el césped en las praderas. La idea, de corte ecológico y utilizada también en otros espacios verdes europeos, resultó polémica y la ciudadanía se dividió en bandos. Finalmente, las elecciones dieron la victoria al actual alcalde, Eneko Goia, y las ovejas fueron retiradas, ya que eran incompatibles con la normativa que permitía que los perros anduvieran sueltos por el lugar.

El nombre de Ametzagaina proviene, según sostienen historiadores locales, de un bosque de "ametza" que existía en el lugar. Este árbol, Quercus pirenaica, se conoce también como marojo, roble hembra, roble negro, tozo, etc€

La transformación del espacio en un parque para el este de Donostia costó once millones de euros, tres de ellos para los terrenos

El parque de Ametzagaina se asienta sobre 39 hectáreas de terreno y tiene un altura máxima de 122 metros

La zona verde esconde las ruinas de un fuerte construido por los liberales en las guerras carlistas y sin uso desde el siglo XX