Donostia - La capital guipuzcoana busca cuál debe ser su futuro en 2030 y, para ello, ha elaborado un diagnóstico de la realidad actual, que dará pie a las directrices que la ciudad quiere adoptar de cara al futuro. Kepa Korta, al frente de la Oficina de Estrategia desde 2001, lleva el rumbo de los trabajos del nuevo Plan Estratégico que busca dar con la tecla para que Donostia siga siendo una ciudad con motor económico. El rejuvenecimiento de la población y la integración de todos los llegados de otros lugares son dos de los objetivos del trabajo, que será debatido el jueves en el Consejo Social.

Muchas de las realidades actuales fueron previstas en el anterior Plan Estratégico aprobado en 2010. ¿Qué ideas surgieron entones?

-Entonces abordamos un camino respecto a una ciudad que ya tenía que ver con el comercio, el turismo o la gastronomía. También teníamos un sector audiovisual, pero de exhibición y no producción. Y se abogó por fomentar la investigación biosanitaria, la innovación, la ciencia? La idea del Plan Estratégico era crear una colaboración público-privada. No quería ser un plan del Ayuntamiento, sino de la ciudad. Buscaba, como ahora, que los agentes se fueran implicando y colocándose ante los proyectos de ciudad.

¿Dieron sus frutos las apuestas del anterior plan?

-Sí. Por ejemplo, ha aumentado la investigación. El Hospital Donostia vio que la ciudad apostaba por ella y creó el Instituto Biodonostia. La fundación Inbiomed, que entonces estaba en una de sus crisis, evolucionó y personas que estaban en este proyecto están ahora en Biotech y Viralgen, investigando en terapias génicas. Hubo una apuesta por ese sector. En el campo de las nanociencias, teníamos el Donostia International Physics Center y se creó el Cic Nanogune y Graphenea, una empresa de las primeras del mundo en su campo. También se creó una incubadora de empresas de biotecnología en Miramon y en gastronomía se preveía abrir una especie de escuela superior y, finalmente, con colaboración interinstitucional y privada, nació el Basque Culinary Center, que es ahora un referente internacional.

¿El peso del parque de Miramon, que se sigue ampliando, ha aumentado en la economía donostiarra?

-Sí y uno de los nuevos retos es ahora asociar a la marca de ciudad el proceso de ciencia e innovación. Hasta ahora, la ciudad se ha asociado a la cultura, el turismo y la gastronomía, pero esta parte de transformación relacionada con la ciencia y la investigación no es tan conocida. El ámbito del bio, por ejemplo, es un trabajo de muchos años, que ha ido calando poco a poco, como un efecto sirimiri. En 2001, el peso en el PIB de la ciencia e innovación en Gipuzkoa era de un 1,42% (no había datos de Donostia) y ahora está en el 2,48% en Donostia, por lo que ha mejorado mucho.

También habrá habido fracasos o iniciativas que no han cuajado en el anterior plan.

-De los fracasos han salido frutos. Biobide, por ejemplo, fue un proyecto de peces, en el que trabajaron la científica y exministra Cristina Garmendia y el investigador Juan Carlos Ispizúa, un científico de La Joya en California que consiguió cortar la aleta o el 30% del corazón de los peces cebra y que volvieran a crecer. Se consiguió ese proyecto para Donostia, pero le pilló la crisis. Sin embargo, gente que estaba en este proyecto continúa ahora en el parque de Miramon con buenos resultados. Hay que tener una mirada larga y paciencia. De Inbiomed han salido científicos que trabajan en terapia celular en una empresa con una inversión de 50 millones. Se trataba de poner un sistema para que los proyectos del mundo bio puedan salir.

¿Uno de los retos de la ciudad es recuperar a los profesionales que se han marchado a trabajar a otros países?

-Tenemos una diáspora de lujo. Hay personas que pueden aportar mucho y tenemos el reto de que ellos sepan qué se está haciendo aquí para que puedan pensar en traer un proyecto. O que, desde donde estén, colaboren con los proyectos de aquí. Entre los jóvenes de hasta 30 años hay un 60% de titulados superiores en Donostia, lo que es muy elevado. Como dice Pedro Miguel Etxenike, hace falta que esos jóvenes estén conectados con la ciudad.

¿Cuál es uno de los principales retos del nuevo Plan Estratégico?

-Uno de ellos es rejuvenecer la ciudad. Si vemos la pirámide de edad, hay muchas más mujeres mayores que hombres, un montón de gente de entre 40 y 55 años y los jóvenes son la mitad. En los próximos años habrá mucha más gente mayor, lo que es una buena noticia, pero hay que prepararse para que haya una sostenibilidad del sistema y que todas las edades tengan una buena calidad de vida. Hay que innovar para que haya una menor dependencia de la gente mayor, pero también hay que conseguir el rejuvenecimiento de la ciudad.

¿Qué propuestas hay para bajar la edad media de Donostia, que supera los 45 años?

-Hay ideas que proponen olvidar las políticas de natalidad, porque va a venir gente de África o América Latina, pero creo que también hay que pensar en la natalidad. Lo que no hemos hecho adecuadamente es favorecer que quien quiera tener hijos pueda tenerlos. Es verdad que no corresponde solo a la ciudad, pero también a ella. Guarderías, accesos a menús infantiles, eventos para niños... La ciudad también tiene que prepararse para eso. Como decía José Ángel Cuerda, alcalde de Vitoria, "lo que no me compete me incumbe". Hay que detectar la necesidad y actuar y, si corresponde a otras instituciones, trabajar para que lo hagan. Tiene que haber una estrategia de rejuvenecimiento de la ciudad que posibilite que los jóvenes puedan quedarse aquí. Hay que atacar la vivienda, un salario razonable, la conciliación... Con la situación actual, además, hay menos mujeres en edad de fecundidad, y la media de maternidad se sitúa en los 32,5 años, lo que hace que haya pocos hijos. Tenemos que poner el foco en la juventud que se quiere quedar aquí.

¿Cómo se pretende abordar la llegada de personas de otros lugares?

-Uno de los retos existentes es evitar la exclusión social. Se hizo un diagnóstico con el Departamento de Educación, Osakidetza, Lanbide, Diputación y asociaciones del tercer sector para ver cuáles son las problemáticas de exclusión. Las más latentes están en personas sin vivienda, familias monoparentales al cargo de mujeres normalmente. Y, aunque la tenemos, vamos a necesitar inmigración. El colectivo más numeroso en Donostia es el de Honduras y, después, el de Nicaragua. Vienen porque allí hay necesidad y conflicto y aquí hay trabajo. Y, sobre todo, vienen las mujeres que tienen hijos y su objetivo es traerlos. También vienen personas extranjeras del ámbito de la salud, hostelería... ¿Estamos preparados? Necesitamos un modelo de integración para evitar la exclusión.

¿Por qué modelo de integración apuesta Donostia?

-Donostia está en una red de ciudades interculturales -nos dieron el Premio Europa-, y aboga por el modelo intercultural, como el Consejo de Europa. Hay un modelo multicultural, en el mundo anglosajón fundamentalmente, en el que cada comunidad se autoalimenta y lo que necesita lo coge del resto. Pero no ha funcionado. Luego está el modelo asimilacionista, como Francia, que dice "tú eres francés y se acabó". Pero el modelo que más aporta es el intercultural. El mensaje es: tú has venido aquí, funcionamos de esta manera, no tienes que renunciar a tu ser pero sí tienes que entrar en la sociedad nuestra. En Suecia, un inmigrante que lleva mucho tiempo explica a los recién llegados lo que no gusta a los suecos, por ejemplo, y se evitan choques de tipo cultural. La gente que viene de otros sitios a luchar con todo es la más activa muchas veces. Es muy positivo, pero pueden surgir problemáticas que hay que evitar.

¿Ahora que el proceso del Plan Estratégico está en la delimitación de sus objetivos, qué mirada tiene sobre el turismo?

-Esta ciudad ha sido turística. El Festival de Cine, la Quincena Musical, el Jazzaldia han sido una simbiosis entre el interés de la ciudad y el del turismo. Hay que buscar unos equilibrios para que no sea un problema. La idea es abordar la reflexión con el sector y la ciudadanía, siendo conscientes de que es una seña de identidad de la ciudad y una aportación para ella, no solo en el ámbito económico. El equilibrio no es fácil, pero se ha conseguido en otros momentos. Ahora, por ejemplo, la ciudad no vive solo del turismo como hace 100 años, en la Belle Époque, y la ciudadanía reivindica una mejor situación.

¿Las asociaciones más críticas con el turismo, como Parte Zaharrean Bizi, forman parte del Consejo Social, muy conectado con la creación del Plan Estratégico?

-Sí hay representación en el Consejo Social y es bueno tener un órgano como este, porque permite introducir la crítica en el sistema. Si conseguimos que la visión crítica y la del establishment estén en el mismo sitio teniendo un debate, se puede llegar a algo. Hace unos años estábamos pensando más en captar turismo y ahora en cómo frenarlo. El péndulo ha ido de un lado para otro.

¿A qué achaca el gran impulso turístico de la ciudad?

-Ha habido una internacionalización de la ciudad, derivada de la Capitalidad Cultural de 2016 y de la gastronomía, básicamente, que tiene sus efectos. Un país del que teníamos poco turismo, como Japón, quiere ahora conocer nuestro modelo. Unas diez ciudades japonesas vinieron el pasado año. Pregunté por qué venían tantos y es por distintos factores, pero la ciudad se ha hecho conocida. Una fundación japonesa, cuyo presidente es el mismo que el de Toyota, trajo a periodistas japoneses. Además, un escritor ha publicado un libro en japonés sobre Donostia, en el que habla de una ciudad de tamaño medio que se ha hecho líder. Parece que tenemos un modelo que interesa, pero que no hemos vendido mucho.

¿La capital guipuzcoana ha cambiado mucho en los últimos tiempos?

-Hay ciudades bengala, que se regeneran, suben mucho, pero no se mantienen. Donostia se ha reinventado continuamente. Mantiene el nivel de tensión de la ciudad, que sigue ahí, es reconocida y reconocible. Cuando se habla con investigadores saben que hay un tejido importante por las publicaciones del Physics Center, por ejemplo, lo que les puede acercar. Cuando en 2003 se decide hacer una ciudad de la ciencia y la innovación - tenemos el reconocimiento oficial como tal- se decide girar sobre lo que se estaba haciendo y reinventar el modelo económico. El Aquarium es una idea que fue muy buena hace 100 años. Pero Vicente Zaragüeta, con casi 80 años, llevó a cabo su transformación. San Telmo y Tabakalera son también una reinvención de los espacios que existían. El objetivo de la Capitalidad Cultural era también darla a conocer.

Los cambios en la movilidad han sido polémicos y hoy en día lo siguen siendo.

-Los procesos de peatonalización y la movilidad ciclista los vemos ahora como algo natural, pero han sido conflictivos y parecían impensables. En otras ciudades no los han abordado y somos un ejemplo en muchos lugares.

¿Donostia es hipercrítica consigo misma?

-En otras ciudades hay pensamiento crítico también. Ayuda a buscar las mejores soluciones, pero a veces no nos creemos lo bueno que tenemos. Hay ciudades cercanas, como Bilbao, que han hecho una gran transformación, pero nosotros tenemos mejores datos en investigación e innovación. Nosotros hemos trabajado más hacia adentro, hacia los contenidos, no tanto sobre el hardware sino hacia el software. Pero lo bueno que tienen los bilbainos es que están orgullosos de lo que hacen y nosotros lo somos del lugar, pero menos de lo que hacemos bien. Entre la posición crítica y la queja hay diferencia. Pero creo que se están haciendo las cosas bien. Lo veo cuando vamos a otras ciudades.

¿Qué relación tiene la elaboración del Plan Estratégico con el Consejo Social?

-El Consejo Social, que preside ahora Daniel Zulaika, tiene 77 personas y entidades. Dentro de él, hay una comisión, con 36 personas, que trabaja en la elaboración y seguimiento del Plan Estratégico. Esta comisión está presidida por Agustin Erkizia. El día 5 celebraremos una reunión del Consejo Social y en ella vamos a poner a punto la información sobre los objetivos para 2030.