Un largo camino hasta Gipuzkoa: "Una parada del autobús en Donostia cambió mi vida"
Mohamed Rouchdi iba camino de Almería cuando una conversación en la estación de autobuses le hizo cambiar los planes
Mohamed Rouchdinació en Casablanca (Marruecos) en 2000. Un crío. Sin embargo, ha tenido que pasar muchas penurias antes de cruzar la puerta del bar y sentarse frente a un servidor. “Mi familia no era del todo pobre, pero vivíamos al día. Fui a la universidad y estudié Electromecánica, pero en Marruecos no hay oportunidades, y en 2021 empecé a darle vueltas a la opción de salir del país y hacer mi vida fuera”, señala.
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“Había tres opciones: cruzar el Mediterráneo en barco desde Marruecos a España, cruzar a Italia o hacer el viaje a Turquía. El sueldo medio en Marruecos no supera los 300 euros, y me pedían 1.000 por la primera opción, así que la descarté rápido”, ríe. Finalmente, se decantó por la ruta turca –ruta que utilizan muchas personas porque Turquía no solicita un visado especial para viajar–, que consistía en volar a Estambul y después buscarse la vida.
Un largo camino hasta Donostia: "Solo tengo palabras de agradecimiento para la gente"
El primer objetivo fue cruzar a Grecia. “Sabíamos que la policía griega no se anda con rodeos con los inmigrantes, así que tuvimos que cruzar un río, muy peligroso, a nado y a escondidas”, recuerda. Conseguido el primer escollo, pusieron rumbo a la frontera con Macedonia del Norte. Tras cruzar a Macedonia, el siguiente país fue Serbia. Y de nuevo, tuvieron que esconderse bajo los trenes para no ser detectados por la policía.
“Teníamos miedo en Serbia también, sabíamos que no íbamos a ser bien recibidos, pero conseguimos un autobús a Austria. Ahí es cuando, por fin, nos relajamos un poco porque ya entrábamos en otra Europa y nos recibieron mejor”, señala el joven. “Tuvimos que pedir el asilo porque era obligatorio, y nos ayudaron con comida, agua y cobijo”, recuerda. El invierno, presente durante todo el viaje, hizo mella en Mohamed y los compañeros de viaje de ruta, y decidieron acomodarse en Austria durante meses, trabajando y haciendo algo de dinero para dar el siguiente paso.
“Decidimos ir a Holanda, allí hay mucha gente de Marruecos y podíamos relacionarnos con gente. Estuve trabajando de jornalero en el campo, tanto en Austria como en Holanda, y aquello era muy duro. Llegó un momento en el que la cosa se puso muy tensa con la policía. Allí, te paran por la calle por ser árabe, y si no tienes los papeles en regla, te deportan. Después de oír varias historias de conocidos a los que les había ocurrido aquello, decidí moverme otra vez, pero no sabía a dónde”, relata. “Un amigo me dijo que en Almería había mucho trabajo en el campo, así que cogí un bus hacia allí”. En ese momento, Mohamed no sabía que un breve receso del conductor del autobús iba a cambiar sus planes.
“El autobús paró en Donostia, media hora, para descansar. Bajé y me puse a hablar con una persona que estaba en la estación y le comenté mi situación. Me dijo que en Almería no había nada y que era mejor buscarse la vida aquí, y sin pensarlo mucho, no tomé el autobús tras el descanso y me quedé en la estación”.
Al llegar a Donostia, la situación no fue fácil. Tenía 23 años, pero “no tenía ni papeles ni trabajo, así que tuve que dormir en la calle durante más de un año con otros compañeros del Magreb que se encontraban en la misma situación”, relata. “Dormíamos en la calle, a veces en los soportales, e incluso íbamos hasta Legorreta a dormir porque hay una casa vacía donde va mucha gente sin hogar”, cuenta.
En Gipuzkoa, fuentes institucionales apuntan a que hay 524 personas en situación de calle, y que el 80% de estas pernoctan en las calles donostiarras. Sin embargo, asociaciones que ayudan a estos colectivos afirman que son muchos más y que cada vez es más difícil su camino. Recientemente, se conoció la noticia de que un hombre sin techo murió en la plaza Easo por “causas naturales”.
Fallece un hombre en la plaza Easo de Donostia
Gracias a asociaciones como Jatorkin, que ayuda a la integración de personas migrantes en situaciones precarias, Mohamed pudo acceder a un piso, y mediante un programa del Gobierno Vasco, comenzó a recibir una ayuda de 400 euros al mes. “Yo quería trabajar de lo que había estudiado, pero cuando fui a homologar la licenciatura, me dijeron que tenía que sacar de nuevo el Bachillerato”, apunta. “Comencé a hacer un grado medio para conseguir los papeles, y mientras, trabajaba en lo que podía”, señala.
Dos años después de llegar a Donostia, estudiando un grado de soldadura, está en proceso de conseguir los papeles que le permitan trabajar con contrato. Consagrado en la capital guipuzcoana, “solo tengo palabras de agradecimiento para la gente en Euskadi. La gente es encantadora y quiero que esta sea mi casa para el resto de mi vida”.
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