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La histórica pastelería Kai-Alde de Hondarribia baja la persiana para siempre

Tras más de un siglo endulzando la vida de hondarribiarras y visitantes, la familia Díaz se ha visto obligada a cerrar el negocio por falta de relevo generacional

La histórica pastelería Kai-Alde de Hondarribia baja la persiana para siempreIker Azurmendi

Con casi 130 años años de historia a sus espaldas, la pastelería Kai-Alde cierra este jueves sus puertas definitivamente. El emblemático local de la Marina de Hondarribia, famoso por su franchipán y sus tostadas con mermelada, dejará de ser un punto de encuentro habitual para desayunos y meriendas tras décadas endulzando la vida de generaciones de hondarribiarras y visitantes.

La historia de Kai-Alde se remonta a 1898, cuando el abuelo de los actuales dueños abrió la primera pastelería en la calle Mayor, frente al Ayuntamiento. En 1964, la segunda generación decidió trasladarse a la Marina, al local que hasta entonces había ocupado el restaurante Nautilus. Allí permanecieron hasta que, en 1986, tomaron el relevo Koldo y Kandi Díaz, junto a sus mujeres, Itsaso Alza y Maite Zapiain, quienes han estado al frente del negocio durante las últimas cuatro décadas.

Durante este tiempo han mantenido vivo el legado familiar. “Los pasteleros hemos sido nosotros mismos, de la misma forma que lo fueron mi padre y mi abuelo. Hemos seguido la tradición, incluso con recetas que hemos mantenido iguales desde hace 60 y 70 años. Siempre hemos querido mantener la esencia de la pastelería que montó nuestro abuelo”, relata Koldo.

Los grandes clásicos

Aunque en fechas señaladas, como el día de Reyes o el de la Opila, resulta habitual presenciar largas filas de gente esperando para comprar sus tradicionales postres en Kai-Alde, los productos estrella han sido siempre dos: “En la pastelería lo que más se ha vendido ha sido el franchipán, que otros llaman pantxineta, y en la cafetería la tostada con mermelada”, explica.

Más allá de la repostería, la cafetería ha sido también un lugar de encuentros cotidianos y testigo del paso del tiempo en la localidad costera. “Hemos conocido a chavales y chavalas que venían en coche capota y hoy en día son padres e incluso algún abuelo. Y siguen viviendo con sus hijos y los hijos con los hijos. Si haces bien las cosas, la clientela te lo agradece y vuelve”.

Foto del exterior de la cafetería Kai-Alde, en la calle San Pedro de Hondarribia.

En este sentido, Koldo asegura que se sienten "muy agradecidos" por la fidelidad de la clientela: "Son ellos quienes han hecho posible que hayamos mantenido el negocio durante todos estos años", cuenta. Además, reconoce que después de tanto tiempo se llevan "un cúmulo de anécdotas, de sucesos y de emociones”.

Falta de relevo

El cierre no ha sido una decisión fácil, pero sí inevitable. Durante un tiempo intentaron encontrar a alguien que continuara con el testigo y mantuviera la marca Kai-Alde, pero no lo lograron. "Al final llegó un momento en que decidimos que hasta aquí habíamos llegado. Yo tengo 66 años y mi hermano 67, y ya tenemos ganas de desconectar y vivir la vida de otra forma”.

Respecto a la falta de relevo, Koldo lamenta que actualmente la pastelería tradicional se encuentra en decadencia. "En los últimos diez años en Gipuzkoa han cerrado muchos obradores y siguen cerrándose. La gente cambia hábitos, la gente se va a las grandes superficies… Y la juventud quiere vivir la vida, no quiere madrugar ni trabajar los fines de semana".

Y aunque el cierre les deja con una sensación agridulce, Koldo cuenta con emoción que desde que se conociera la noticia han recibido muchísimas muestras de cariño por parte de la clientela. “Muchas personas nos han dado las gracias y nos han dicho que les da mucha pena que cerremos". De esta manera, hoy bajarán por última vez la persiana con pena, pero con la satisfacción de haber hecho un buen trabajo y el orgullo de saber que sus dulces seguirán vivos en la memoria de quienes los han disfrutado.