El sábado, 31 de mayo, a las 13.30, cierra sus puertas por última vez la juguetería Jerónimo de Eibar.
Sin alardes, con discreción y la misma naturalidad con la que ha acompañado a generaciones de eibarreses durante un siglo, Jerónimo dirá este sábado adiós.
Decisión meditada
Nerea Zabala, su última responsable, atenderá a quienes se acerquen al local este sábado con la tranquilidad de quien sabe que la decisión ya no tiene vuelta atrás.
La edad de jubilación y la falta de un relevo generacional están en el origen de un cierre que afronta con serenidad, pese a ser muy consciente de toda la historia que atesora el negocio. “Estoy mentalizada. Mi ciclo ha terminado aquí. Había que poner una fecha para el cierre de la tienda, y la elegida ha sido la del 31 de mayo”.
Venta de electrodomésticos
Pocos negocios pueden presumir de una historia tan larga como la de la tienda que ha regentado Nerea Zabala.
Su origen se remonta a los años veinte del siglo pasado, cuando su abuelo, Jerónimo Echevarria, abrió un comercio de venta y reparación de electrodomésticos en la calle Isasi.
Aquel establecimiento tuvo continuidad años después con un nuevo proyecto en forma de bazar en la calle Fermín Calbetón junto a su mujer, Esperanza Valdivieso
“Era lo que se conocía como un colmado. Había un poco de todo, desde bisutería a droguería y zapatería, pasando por los primeros juguetes”, recuerda Nerea Zabala.
Nuevo enfoque
El paso del tiempo y las demandas de los clientes llevaron a focalizar su actividad en los productos de droguería y los juguetes.
A ello contribuyó el nuevo enfoque que le dieron Matilde, hija de Jerónimo y Esperanza, y su marido, Ciriaco Zabala, los padres de Nerea.
“Recuerdo a mis padres haciendo perfumes. Compraban esencias en París y luego las convertían en perfume con la ayuda de un sintetizador”, cuenta Nerea.
Primeros juguetes y recuerdos
Al olor de los perfumes se sumaba la presencia en las estanterías de juguetes que poco tienen que ver con los actuales. La oferta era muy limitada y la capacidad económica de muchas familias también, lo que convertía la llegada de un nuevo juguete a casa en todo un acontecimiento.
“Muchos de aquellos juguetes eran de hojalata y cartón piedra. Mi madre, que ahora tiene 96 años, me dijo que tuvo un coche de capota y también una muñeca Mariquita Pérez. También sé que a mi tío le regalaron un triciclo. Eran regalos especiales, que se recordaban toda la vida”, señala Zabala.
La emoción del regalo
Hoy en día el acceso a los juguetes es mucho más sencillo y es común escuchar que los niños tienen de todo, pero Nerea cree que hay algo que no ha cambiado: la ilusión que acompaña a cada regalo.
“La emoción de recibir un regalo sigue ahí. La sentían los niños de entonces y la sienten los de hoy”.
Cambio de emplazamiento
Tras décadas en el número 11 de la calle Fermín Calbetón, Jerónimo se trasladó al número 5 de la misma calle.
En esta nueva etapa, a Nerea le ha tocado enfrentarse a retos inéditos, como la irrupción de las grandes superficies y el avance del comercio electrónico.
Ha intentado adaptarse, aunque reconoce que hay herramientas con las que no se siente cómoda. “El peso de las redes sociales ha cambiado la manera de promocionar. TikTok y esas plataformas no son para mí. Ahora le toca a la gente joven usar esas herramientas. Yo ya hice mi parte”, reconoce.
Publicidad en cine y radio
Lo cierto es que Nerea pertenece a una familia que siempre ha tenido presente la importancia de publicitarse y dar visibilidad a su negocio, aunque con herramientas distintas a las actuales.
“Mi padre tenía claro que había que anunciarse. Los anuncios de Jerónimo se escuchaban en la radio y se proyectaban junto con el No-Do en los cines de Eibar, Elgoibar, Bergara o Ermua. Seguro que mucha gente todavía recuerda aquellos anuncios”.
Comercio de referencia
Esa apuesta por abrirse a otros pueblos utilizando las plataformas publicitarias de la época permitió consolidar a Jerónimo como un comercio de referencia en Debabarrena y su entorno, algo que la juguetera eibartarra no duda en reconocer.
“El comercio de Eibar vive mucho de la gente de los pueblos de alrededor. Afortunadamente, hemos tenido hasta el cierre mucha clientela de otras localidades”, explica Nerea.
Niños y móviles
Otro reto importante para las jugueterías tradicionales ha sido la aparición del teléfono móvil y los juegos online.
La enorme oferta de entretenimiento digital ha llevado a muchos niños a dejar de lado las formas de juego tradicionales, lo que ha repercutido tanto en la venta como en su forma de relacionarse.
“Hoy en día a los niños se les da el móvil demasiado pronto. Y eso ha cambiado completamente la manera de jugar. Ya no se relacionan tanto entre ellos, sino que se centran en las pantallas y prestan menos atención a los juguetes”, lamenta.
Motivos para la esperanza
Pese a todo, Nerea no pierde la esperanza. Cree que la ilusión por el juego tradicional se mantiene viva, aunque sea de una forma latente.
Su fe en ello se basa en escenas que presenció durante el reciente apagón que paralizó el país por unas horas.
“Nos quedamos sin luz y sin conexión a internet. No había posibilidad de usar móviles pero, gracias a ellos, vimos a los niños jugar entre ellos en las plazas, como antes, sin pantallas de por medio. Aquello me hizo pensar que no todo está perdido”.
Historia compartida
El cierre de Jerónimo es mucho más que el fin de un comercio. Representa el punto final de una historia familiar que se ha ido tejiendo a lo largo de tres generaciones.
Nerea lo asume con la tristeza lógica del adiós, pero también con una profunda gratitud a todos aquellos que cruzaron alguna vez la puerta de su comercio. “Quiero dar las gracias a todas esas personas que han hecho posible que Jerónimo existiera durante todos estos años. Sin nuestros clientes no somos nada, y gracias a ellos, Jerónimo ha podido estar abierto todo este tiempo”.
Vendedores de ilusión
Las semanas previas al cierre han sido también de reencuentro con antiguos clientes, miembros de familias que acudieron durante generaciones a comprar regalos a la juguetería Jerónimo.
“Por aquí han pasado abuelos, padres y nietos de una misma familia en busca de regalos, cada uno en una época distinta. Muchos recuerdan la emoción que sintieron cuando recibieron un regalo muy especial para ellos siendo niños, aunque hayan pasado décadas desde entonces”.
La pervivencia de ese impacto emocional no sorprende a Nerea: “Son detalles que quedan en la memoria. Los jugueteros no vendemos solo objetos; vendemos ilusión”.
Fin de un largo camino
Ahora, parte de esa ilusión queda huérfana en Eibar. La juguetería Jerónimo ya ha completado su camino. Toca a otros continuar sembrando alegría y dando vida a la ilusión de los más pequeños como Jerónimo ha hecho durante 100 años.