Ambrosio Alcorta Orbegozo, el niño de la guerra arrasatearra que luchó contra los nazis
Se unió como voluntario al Ejercito Rojo durante la Gran Guerra Patria
El 13 de junio de 1937, a solo seis días de la caída de Bilbao en manos de las tropas fascistas, el buque 'Habana' partía de Santurtzi con más de 4.000 niños y niñas a bordo que huían de los horrores de la Guerra Civil española. Acompañados de educadores, maestras, auxiliares y médicos pusieron rumbo al puerto francés de Pauillac. Desde allí, 1.495 de estos pequeños continuaron su viaje en el carguero Sontay, que les llevó hasta la antigua Unión Soviética.
Fueron desgarradores los momentos a los que tuvieron que hacer frente las familias, obligadas, entre sollozos y abrazos, a separarse de sus hijos, enviándolos a un país desconocido y con la incertidumbre de no saber cuándo iban a poder volver a casa. Nueve días más tarde, la expedición desembarcaba en la ciudad de San Petersburgo, entonces Leningrado.
Entre aquellos niños refugiados vascos, que llegaron a la URSS escapando de los bombardeos indiscriminados de los franquistas sobre la población civil, había dos de Arrasate: Félix Gastañarez Herrero y Ambrosio Alcorta Orbegozo, de diez y trece años respectivamente. Como otros muchos evacuados, antes y después de esta fecha, la suerte que corrieron fue muy distinta. Félix regresó a la tierra en la que nació 19 años más tarde, concretamente a Errenteria, en octubre de 1956. Ambrosio, por contra, murió combatiendo a los invasores alemanes y aliados finlandeses.
Atrapados en dos guerras
En territorio soviético, las niñas y niños del exilio fueron cuidados y educados, pero en 1941, con la invasión de la URSS por parte de la Alemania nazi (conocida como 'Operación Barbarroja') en medio de la Segunda Guerra Mundial, sufrieron también los rigores de esa nueva y terrible contienda.
Según relata Juan Ramón Garai, de la asociación memorialista Intxorta 1937 Kultur Elkartea, Ambrosio vino al mundo el 5 de diciembre de 1923 en el caserío Saratxo del barrio de Santa Águeda. “Su padre, Fermín Alcorta Sasiain, nacido en Alkiza, y su madre Jacoba Orbegozo Achotegui de Apatamonasterio, residían en este baserri cuando tuvieron a Ambrosio, su primer hijo. Posteriormente, se mudaron a vivir al barrio Txarama de Leaburu, cerca de Tolosa, con su sobrina Miren Arrese Orbegozo. Allí nacieron el resto de sus hijos e hijas, Asunción, Ana, Eugenio y Luis Mari”, cuenta Garai en este relato que constituye una nueva pieza del ingente trabajo que Intxorta desarrolla, a todos los niveles, para recuperar la memoria histórica.
Fermín trabajaba en la Papelera de Araxes cuando se puso en marcha la resistencia al golpe militar fascista. Huyó con su familia a Bizkaia. “Este miliciano en el Batallón de Zapadores minadores nº 7 y su mujer vivieron la destrucción de Durango, Gernika y los bombardeos que día tras día sufrían en Bilbao. Al igual que muchas familias enviaron a sus hijos al exilio”, señala el historiador memorialista.
Es así como Ambrosio y su hermano Eugenio de ocho años zarparon desde el muelle de Santurtzi el 13 de junio de 1937, y el 22 llegaron a Leningrado. Entonces escribieron una carta sus padres, que como otras tantas, no llegaron nunca a su destino al ser requisadas por los franquistas.
Invasión alemana
Los primeros años, como apunta Garai, “los pasaron muy bien en las Casas de Niños que el régimen soviético creó para su acogida. Pero la invasión alemana, el 22 de junio de 1941, cambió sus vidas. Desde los primeros días muchos de aquellos exiliados, que para entonces tenían 17 y 18 años, se incorporaron voluntarios al Ejército Rojo”, recuerda el miembro de Intxorta. Este fue el caso de Ambrosio que con 17 años y medio se encuadró en las tropas soviéticas en la Gran Guerra Patria contra el nazismo.
Este mayo se homenajeará a los jóvenes voluntarios, once de ellos vascos, en el monolito que les recuerda en la Región de Karelia
“Se tenían noticias de que había desparecido en la defensa de Leningrado hasta que 75 años después, tras exhumar los cuerpos que unas monjas ortodoxas rusas encontraron cerca de su Monasterio de Syandebskogo en la región de Karelia, se identificaron 23 niños de la guerra que abandonaron el Estado Español para dirigirse a la URSS en 1937, de ellos once vascos: junto a Ambrosio, el resto eran de Eibar, Donostia, Bilbao, Portugalete y Las Carreras”, explica Garai.
Monolito en recuerdo de los jóvenes voluntarios
Para rememorar el día de la liberación de la ciudad rusa de Olónets de los invasores fascistas, el monasterio realizó un monumento con los nombres de los citados jóvenes voluntarios, grabados en piedra en ruso y castellano. Casi 77 años después de su heroica muerte, el 24 de junio de 2018, el complejo conmemorativo del pueblo de Syandeba acogió la ceremonia de inauguración del monolito, en el que reza la siguiente inscripción: “En memoria de los jóvenes voluntarios españoles que murieron en el frente de Carelia entre 1941 y 1944”.
Este próximo mayo, en ese mismo lugar se rendirá un homenaje a todos esos valientes, y desde Intxorta creen que “estaría bien que una representación de Arrasate asistiera al acto”. En total, 43 niños de la guerra vascos perdieron su vida luchando contra el nazismo en la Gran Guerra Patria.