La semana ha transcurrido con la mirada puesta en el cielo; con unas previsiones que apuntaban tormentas y precipitaciones que, de algún modo, obligaron a preparar un plan B. Pero el guion no tuvo que cambiarse y el programa que saluda a los sanmigeles se cumplió sin alteraciones. Solo quedan seis días para que la bajada del Txantxiku haga estallar la alegría y diversión, y en las calles de Oñati ya se palpita la fiesta. Los más pequeños de la casa y el encuentro de gigantes protagonizaron este sábado los primeros compases de las celebraciones, anunciando, con mucho empeño por cierto, que se avecina tremendo chaparrón festivo.
Mientras la víspera tiñó de rojo la Herriko plaza en la gala de unión y reconocimiento que reunió a la gran familia del Aloña en torno al 75º aniversario del club deportivo, la jornada de sábado arrancaba en el salón de plenos del ayuntamiento, que un año más fue el escenario de la imposición del pañuelo festivo a los bebés nacidos y nacidas desde los pasados sanmigeles. Estaban invitados alrededor de 90 txantxikis que, ajenos al revuelo formado a su alrededor, se portaron como verdaderos campeones y campeonas durante todo el acto.
Cuando Atsolorra, el rito vasco de bienvenida a la madre y su bebé después del parto, se despedía hasta el año que viene, los condes Catalina e Iñigo de Gebara, Sebastián, los dantzaris del Copus... empezaron a llenar las calles de ritmo y colorido. El encuentro gigante, que organizó Kanpantxo Kultura Taldea, congregó a las comparsas locales, la agrupación de la vecina Bergara y la catalana de Terrassa Gegants Bojos.
Por la tarde, tambores y barriles elevaron el tono festivo. El rataplán infantil fue todo un escaparate de entusiasmo y emociones que terminó en la Plaza con el alarde final. No falta nada para que la rutina se tome un descanso por unos días y la fiesta se adueñe de Oñati.