Herreros, esquiladores de ovejas, ceramistas, encajeras de bolillos… Trabajos hechos a mano, sin intervención de máquinas y con la constancia como compañera de faena. Son oficios artesanos de toda la vida, tradicionales, que se han ido desvaneciendo lentamente del tejido social contemporáneo, y que la fotógrafa eskoriatzarra, afincada en Madrid, Nara Domínguez, inmortaliza a golpe de clic en Lan ederra!, la muestra que hasta el próximo día 25 puede visitarse en la casa de cultura Arkupe de Aretxabaleta.
“He querido crear un archivo visual de la cultura vasca. Las y los protagonistas son vecinos de Leintz Gatzaga, Aretxabaleta, Eskoriatza y Arrasate”, cuenta la autora de este trabajo, que desde pequeña ha mantenido un idilio muy especial con la fotografía. “En casa siempre había cámaras analógicas”, recuerda. Estudio este arte en la Escuela de Cine de Andoain, “porque me gustaba, pero consciente de que vivir de ello era muy complicado”, insiste.
Con 17 años (ahora tiene 37) dejó su localidad natal y se mudó a Madrid para formarse en realización audiovisual, que más tarde le abriría las puertas de la televisión. Ha trabajado en La ruleta de la suerte, Gran Hermano, Sálvame… y como azafata en ¡Qué tiempo tan feliz!. Pero el entramado de la pequeña pantalla no terminaba de convencerle. No era lo que esperaba. “Además, siempre que me salía algo relacionado con la fotografía, allí que iba”, relata. Y llegó el momento de apostar por su verdadera pasión. En Barcelona le contrataron en una empresa de fotografía e-commerce. Lo que en un principio iba a ser para tres meses se prolongó durante tres años. Tras la pandemia decidió regresar a Madrid y dedicarse profesionalmente a este mundo por cuenta propia, como freelance.
Con un estilo natural e intimista, siempre buscando contar una historia a través de la luz, Nara está especializada en el retrato corporativo, de actores y actrices, modelos… Y desde hace un año y medio se embarcó en un proyecto personal con el que ha capturado la esencia de “artesanos del valle de Léniz que siguen ejerciendo estos oficios que están en peligro de extinción, bien porque la técnica ha cambiado o porque no hay relevo generacional”. Con su mirada y sensibilidad artística esta eskoria-tzarra no solo hace un homenaje a estos trabajadores, sino que invita a reflexionar sobre “la importancia de preservar estas tradiciones y el legado cultural que representan”.
Ha sido una experiencia muy enriquecedora. “Las personas retratadas no me conocían, no sabían cómo trabajaba y han confiado plenamente en mí; han sido súper generosas”, destaca Domínguez sobre un proyecto que, según asegura, ha supuesto “diez años de aprendizaje de golpe”. En total son 18 instantáneas: nueve de ellas con rostro, y otras tantas de herramientas y materiales que sostienen cada oficio. Imágenes con alma que tejen una narrativa visual. “La fotografía tiene esa magia que permite explorar la intimidad y la relación entre el fotógrafo y el fotografiado”, apunta Nara.
Lan ederra! ha recalado en Aretxabaleta, pero la idea es que “no se quede aquí” y se mueva por otras salas.