“Encuentro el arte como una actitud vital, crítica, transgresora, no habitual, otra forma de intentar ir más allá, que me ayuda a entender el presente y el mundo que me rodea, en mi caso, desde planteamientos de experimentación plástica”, explica Ane Laskurain. La joven bergararra desnuda su alma artística en Azalaren sakontasuna (La profundidad de la piel), una muestra que le provoca doble ilusión: la de estrenarse en una exposición individual y, además, en casa.

Cuenta que siempre ha sido “bastante creativa”, una actitud, a la vez que habilidad, que ya demostraba cuando era niña. Su pasión por el arte la heredó de su abuelo, José Antonio Laskurain, del que dice que “inconscientemente aprendía mientras le observaba pintar”, y de su tío Daniel. No titubeó a la hora de encaminar sus estudios: es Licenciada en Bellas Artes y tiene un Máster en Pintura.

Las artes plásticas han marcado la trayectoria de esta bergararra, que ávida por descubrir nuevos caminos y experimentar con otras disciplinas y medios de expresión, cultiva también la escultura y la fotografía. El cine es otra de sus debilidades, sobre todo, el género de fantasía y terror, que según destaca, ha influido “mucho” en su faceta pictórica y de relacionarse con el entorno. 

Fue durante su estancia Erasmus en la ciudad italiana de Perugia cuando se le abrieron las puertas de la escultura. “En la academia donde estudiaba nos pidieron una obra original y así empecé con mis primeras piezas escultóricas”, recuerda esta artista, que confiesa su gusto por el textil y los materiales reciclados con los que crea un interesante diálogo entre texturas, colores, formas y tejidos que cobran vida.

La muestra, que hasta el próximo 4 de agosto acoge la sala Aroztegi, es el resultado de un universo de obras que se mueven entre la escultura y las imágenes digitales que tienen su origen en los mismos objetos. Composiciones, todas ellas, con una narrativa visual precisa: “Presento la idea de la herida; el cuerpo más dolorido. Me gusta imaginar cuerpos inusuales, gruesos, feos y repugnantes, que son, en definitiva, rechazados por nuestra sociedad”, apunta la artista, que expresa lo que siente y piensa “a través de la creación”. “Mi trabajo es el caos de mi cabeza y, a su vez, mi emoción y dolor”, afirma.

interactuar con el público El espacio que rodea a sus esculturas, la propia instalación y su vertiente performática forman parte de esa atmósfera artística con la que Laskurain busca “interactuar con el público; que tenga ganas de tocar la obra y envolverse en ella”.

Viste la sala de la calle Barrenkale con un proyecto que ha alumbrado para esta exposición que considera “muy suya”. Con esas esculturas de cuerpos colgados que hablan y desafían a la imaginación, y una escenografía que reivindica, al mismo tiempo, “que se consuma” este tipo de arte que rompe con muchos estereotipos. 

El trabajo de esta bergararra ha ido evolucionando desde aquella pintura abstracta con mucho color que caracterizó sus comienzos. “Sentía que me faltaba algo. Quería que la pintura saliera del cuadro; pasé por un proceso de romper el lienzo y de utilizar muchas capas para darle volumen”, relata. Y, de este modo, acabó explorando el mundo de la escultura con un lenguaje propio que ahora sirve de hilo conductor en Azalaren sakontasuna. Aroztegi es una sala que le resulta familiar, entre otras cosas, porque con anterioridad ha participado en muestras colectivas con sus compañeros del máster y Beart Elkartea.

Dice que solo por el hecho de exponer ya está “contenta”. Se lo toma como una forma para romper el hielo” y abrir la veda a otras oportunidades “que puedan venir por detrás”.

Laskurain pertenece a esa nueva hornada de artistas jóvenes de un municipio que rezuma arte por los cuatro costados. Actualmente vive en Bilbao, donde tiene su estudio y da rienda suelta a su creatividad. “Me gustaría que no fuera un hobby y dedicarme a esto profesionalmente”, recalca. Va a cursar un máster con vistas a ser profesora de artes plásticas.

Pero, mientras tanto, su propuesta La profundidad de la piel puede visitarse –y disfrutarse– durante los próximos ocho días, de lunes a viernes, de 18.00 a 20.30 horas; el sábado de 12.00 a 14.00 y de 18.00 a 20.30, y el domingo solo por la mañana.