Anttoni Cristóbal, una vida de película
La madre de Anttoni Cristóbal se trasladó a Madrid a trabajar en casa de unos marqueses y ella nació en aquella casa. Su madre murió en el parto y su abuela fue a Madrid y la trajo a Urretxu. Tuvo cuatro hijos. Cumplirá 93 años en agosto.
La vida de la urretxuarra Anttoni Cristobal Etxeberria da para una película. Nació en Madrid en casa de unos marqueses, a los que su madre (Francisca Etxeberria) servía. La madre falleció por complicaciones surgidas en el parto y su abuela (Antonia Etxeberria) fue a recogerla y la trajo a Urretxu. Se casó con Gotzon Linazasoro y tuvo cuatro hijos que han seguido caminos muy distintos. Uno de ellos es el prestigioso neurólogo Gurutz Linazasoro. Una vez viuda, viajó a lo largo y ancho de Europa. A sus 92 años (cumplirá 93 en agosto), ha perdido algo de movilidad y ya no es tan habitual verla del brazo de su hijo Xabier, pero no ha perdido ni pizca de su elegancia y humor.
La madre de Anttoni fue a servir a casa de unos marqueses que vivían en la plaza Santa Ana de Madrid y se casó con un madrileño de Guadalix. La boda fue en Urretxu. La madre de Anttoni falleció tras el parto. Avisaron a la familia y la abuela fue a Madrid en busca de su nieta recién nacida. Tenía 15 días cuando llegó a Urretxu. “Mi madre enterró a su hija, me bautizó en la iglesia de San Sebastián, pasó por el juzgado y me trajo a Urretxu. En mi carné pone que soy de Madrid. Cuántas veces pienso… ¿y cómo me traerían a mí? En aquellos tiempos los trenes no eran como los de hoy en día… Cuando llegué, fue Joxepa Lasa la que me dio de mamar. Cuando la abuela iba a trabajar, me cuidaba Rosario la de Seberiño”.
El mejor piropo
Cuando habla se su abuela, se emociona. “El mejor piropo que me han echado es decirme que me parezco a mi abuela. Se quedó viuda muy joven: con treinta y tantos años y con cinco chavales. En aquellos tiempos no había ni Seguridad Social, ni nada. Cuando se quedó viuda, se dedicó a vender pescado. Las veces que dije que no iba a comer más pescado… En aquellos tiempos no había frigorífico y solíamos ir a donde Santos Agirre a por barras de hielo. Yo, que era más alta, iba por delante de la carretilla y mi primo Benito Pildain empujaba por detrás. Mi abuela vendía el pescado con un carro, en Urretxu y Legazpi. El pescado venía en tren, desde Donostia. La mujer que me dijo que me parecía a mi abuela, también me dijo que les había quitado el hambre”.
Más adelante, la abuela abrió una tienda de comestibles en la calle Nekolalde (donde ahora esta Electricidad Ezpeleta). La vida era dura y recuerda que cuando era niña le utilizaban para el estraperlo. “Todos los días iba a Azkoitia en el tren del Urola y compraba unas 40 barras de pan. Después, traía el pan a la tienda de mi abuela. Si veía al tío Aniceto donde la fábrica de los Badiola, eso quería decir que los carabineros estaban en la estación y tenía que echar el saco de pan en Badiola. Y si estaba en el cruce de Etxeberri, tenía que echarlo allí. Llegué a ir andando a la tienda con el saco de pan, por Ertsolegi. Una vez me pilló la Guardia Civil y me dijeron que había aprendido pronto a mentir. También pasaba café, pero era más peligroso, porque olía. Y fui varias veces a Francia, a traer sacarina. La abuela me hizo un cinturón con cuatro bolsillos”.
De joven, trabajó en el negocio de coloniales de Teodoro San Vicente. “Estuve cinco o seis años trabajando. Con las monjas había estudiado mecanografía y Ramoni Telleria nos enseñó un poco de francés y taquigrafía. Había pocos teléfonos y cogía los pedidos de todos los talleres de alrededor. Y además, venía Faustino Sarasua a por los resultados del Tour. Alguien me llamaba para darme los resultados, yo se los pasaba a Faustino y este los llevaba al bar Pacorro, donde los ponían en una pizarra”.
Dejó de trabajar 15 días antes de casarse con Gotzon Linazasoro. “Nos conocimos con 15-16 años, bailando en el prado (el parque Zelai Arizti de Zumarraga). Era un hombre noble. Era bueno. Su hermano Iñaki era más extrovertido. Iñaki era un dandy. Una vez le trajo de Filipinas un pañuelo de seda natural. Le dije a Gotzon que no se pusiera corbata, que se pusiera el pañuelo que le había traído su hermano, pero enseguida se lo quitó: dijo que parecía Manolo Escobar”.
Nuera de ‘Altzeta’
Le gustaban más las botas de monte que los pañuelos de seda. “Era muy montañero. Mi hijo Mikel también lo es. Acaba de estar en el Himalaya, con 66 años. Ha subido un monte de 6.500 metros”. De casta le viene al galgo: el abuelo de Mikel y padre de Gotzon, Carlos Linazasoro Altzeta, fue uno de los fundadores de la Federación Vasca de Montaña y presidente de la misma. También se dedicó a la política y se le considera el mejor orador en euskera que ha militado en el PNV. Xabier Linazasoro, el hijo menor de Anttoni, llevó a la fundación Sabino Arana la documentación que había en la casa familiar. Entre otros documentos, correspondencia con José Antonio Agirre y Telesforo Monzón. “Siguió perdiendo la guerra, hasta que murió. Le hicieron la vida imposible”, comenta.
Anttoni tuvo cuatro en cinco años: Mikel, Gurutz, Ane Miren y Xabier. “Todos son buenos hijos. El pequeño fue un poco conflictivo, pero ahora es el que cuida de mí. Me da mucha tranquilidad saber que está en la habitación de al lado. También viene a hacer las labores de casa una chica de Honduras. Se llama Marta. Nos arreglamos muy bien con ella”. Además, tiene seis nietos y cinco biznietos.
Viajera
En la actualidad, además de recibir a sus hijos, nietos, sobrinos y amigas en la casa familiar del barrio Hiri Lorategia de Zumarraga, le gusta escuchar la radio. Fue voluntaria de Nagusilan y le gustaba mucho leer, pero ha tenido que dejarlo por problemas de visión. Su hijo Xabier tiene catorce gatos y ella dice que no le hace mucha gracia, pero lo primero que hace por las mañanas es preguntar por ellos. También es seguidora de la Real Sociedad y hasta hace poco iba al bar Bidezar de Zumarraga a ver los partidos con sus amigas.
Lleva 27 años viuda y ha viajado mucho. Ha estado en Jerusalem, Turquía, San Petersburgo, Moscú, Varsovia, Florencia, Venecia, Pisa, Auschwitz, Viena… “La blusa que me he puesto hoy la estrené en Viena”, comenta. De la casa de los marqueses a Urretxu y de Urretxu al mundo. Siempre con elegancia y buen humor.