La renovación de Kalebarren sigue adelante. Hace unos meses finalizó la construcción de las casas de Kalebarren 2 y la empresa Sutobal está trabajando ya en la edificación del primer bloque de viviendas de la zona de Forjas. Además, recientemente ha derribado el edificio que en su día acogió el bar Kortaberri. El Kortaberri fue uno de los bares más populares de Zumarraga y era especialmente querido por los baserritarras. Las hermanas Arantxa y Ascen Insausti trabajaron en dicho bar y han hablado acerca del ambiente que se vivía en él.
Kortaberri
Las dos comenzaron a trabajar en el Kortaberri siendo unas niñas, pues sus padres regentaron el bar. El padre (Antonio) era del caserío Errota del barrio Alegi de Itsaso y la madre (María) del caserío Altzorbe de Matximenta. “Vinieron de Alegi, del caserío de los padres del aita, a Zumarraga. Al principio vivieron en casa de nuestros tíos (Teodosio Zabaleta Chocolatero y Joxepa Insausti). Después, encima de la carnicería de Alfonso Arratibel. El aita trabajaba en Orbegozo y le ofrecieron coger el bar Kortaberri. Alguien que había tenido un bar le comentó que era mala idea trabajar en una fábrica y dejar que alguien de fuera manejara el dinero del bar y decidió dejar la fábrica. El aita trabajaba en la barra y la ama en la cocina”.
1959
El matrimonio Insausti-Elorza cogió el Kortaberri en 1959, cuando Arantxa tenía dos años. Ascen nació allí. “El bar lo abrieron Secundina Kortaberria y su hermana. Nuestra madre había trabajado de camarera en el Terminus de Donostia, pero fue Secundina la que le enseñó a cocinar. También le enseñó a hacer morcillas. Y los postres los aprendimos a hacer con nuestro tío. Venía a tomar el café y cada día nos enseñaba a hacer un pastel distinto”.
El Kortaberri era un bar muy estimado, sobre todo entre los baserritarras. “La oficina del sindicato de los baserritarras estaba al lado de la cocina y allí solía estar el secretario. Los baserritarras iban a sellar la cartilla y, de paso, almorzaban”
Ferias
En aquellos tiempos la feria de Urretxu tenía carácter mensual y los baserritarras cenaban en el Kortaberri después de la feria. “Los días de feria dábamos unas 80 cenas”. Además, el matadero estaba situado junto al bar. “Tras matar el ganado, le llevaban el hígado a nuestra madre para que lo cocinara: el ganadero y el matarife comían el hígado juntos”.
Eran otros tiempos: los baserritarras recibían el correo en el Kortaberri, el Kortaberri recibía las llamadas de los familiares de los que habían venido a Zumarraga a trabajar en las fábricas del pueblo... “Nuestro padre era muy generoso. A los niños que venían a por gaseosa les daba cacahuetes. Los padres estaban extrañados de que todos viniesen al Kortaberri cuando les mandaban a por gaseosa, hasta que descubrieron que les daban cacahuetes. A los de la banda les daba cigarrillos y vino si alargaban el pasacalles hasta el Kortaberri. Un vecino nos dijo que nuestro padre le había regalado un cartón de tabaco antes de ir a la mili. Otro nos comentó que nuestro padre no aprendió marketing, pero sabía mucho de marketing”.
Los trabajadores de la empresa Forjas de Zumarraga también fueron buenos clientes. “La fábrica estaba detrás del bar y, en cuanto veían que la ama había llegado al bar, le silbaban y le pedían tabaco o un bocadillo. Y a las 18.00, cuando salían de trabajar, venían a comer callos, morcilla, albóndigas...”.
Santa Lucía
Y en las fiestas de Kalebarren y el día de Santa Lucía, el bar solía estar a tope. “En aquella época no había tantos bares en Zumarraga y el día de Santa Lucía algunos baserritarras desayunaban, comían y cenaban en nuestro bar. Para comer, angulas y cordero”.
Los bertsolaris Joxe Lizaso y Lazkao Txiki conocían bien el Kortaberri. “Cuando entraban ellos a cenar, se acabó: empezaban a cantar y no acababan”. El ambiente era tan bueno y familiar, que un hombre de Antzuola llevó a su familia al Kortaberri el día de sus bodas de oro. “Venía muchas veces. El día en el que celebraron las bodas de oro, comieron en otro sitio, pero después trajo a toda la familia al Kortaberri y cenaron aquí”.
Las dos hermanas trabajaron desde niñas en el bar. “Nos ayudaban Encarni Sasieta y Dioni Mateo. Los fines de semana, nuestras amigas iban a la playa y nosotras nos quedábamos en el bar. La ama nos decía que no nos penaría, que aprenderíamos un oficio. Cuando el aita y la ama se jubilaron, se fueron a Donostia. Trabajaron duro, pero pudieron disfrutar de la jubilación. Seguimos nosotras con el bar. Nos ayudaban nuestras parejas. Lo dejamos cuando nos casamos: nuestra madre tuvo que trabajar mucho cuando éramos niñas y nosotras decidimos estar con nuestros hijos”, concluyen.