Desde que su primera novela, Chamusquina, viera la luz en 2013, Noelia Lorenzo Pino ha ido enlazando un éxito con otro. Sin renunciar nunca a ambientar sus obras en la comarca del Bidasoa, la escritora irundarra ha logrado conquistar a miles de lectores. Lo hizo primero de la mano de Erein y ahora ha dado el salto a Plaza & Janés, bajo cuyo sello ha publicado Blanco Inmaculado (2022) y recientemente Purasangre, la segunda entrega de la serie protagonizada por las policías Maddi y Lur.

Sus novelas han girado siempre en torno a un asesinato, pero en 'Purasangre' se ha decantado por una desaparición. 

Es algo que siempre me ha obsesionado. Cuando veo en la tele que ha desaparecido alguien, empiezo a leer, a informarme… A estar pendiente. Además, estuve investigando un poco y vi que solo en 2022 en España se interpusieron 26.003 denuncias por desaparición. De ellas, las que llegan a los medios de comunicación son las de alto riesgo, que son las que a mí me obsesionan. Y por eso quise retratar una en la novela, aunque me daba mucho miedo.

¿Por qué?

Porque no sabía si conseguiría captar la atención del lector, que se enganchara desde las primeras páginas simplemente con una desaparición. Pero me arriesgué y al empezar a escribirla me di cuenta de que sí enganchaba, porque la búsqueda lleva el ritmo. En la búsqueda de un asesino encontrarle es muy importante, pero la víctima ya está muerta. En este caso la desaparecida puede estar viva o muerta, y si está viva cada minuto de la búsqueda es vital. Por eso es una novela con muchísimo ritmo. 

Para escribir sus anteriores novelas contó con el asesoramiento de un amigo ertzaina. ¿Le ha ayudado también en este caso?

Sí. Siempre me documento mucho, porque los protocolos cambian de un día para otro. En este caso me empapé de todos los procedimientos: cómo se mueve un equipo de búsqueda y uno de investigación, cómo reacciona una familia ante una desaparición, etc. 

Dar el salto a Plaza & Janés implicó que tuviera que renunciar a Jon Ander y Eider, los protagonistas de cinco de sus novelas, para dar vida a nuevos personajes. ¿Le costó mucho despedirse de ellos?

Mucho. Lloré y todo. Estaba muy apegada a estos personajes, ya casi no tenía ni que pensar, ellos ya formaban parte de mí y les entendía perfectamente, sabía cómo iban a reaccionar en cualquier momento. Por eso crear nuevos personajes era un gran reto. Pero ahora también les he cogido cariño a Maddi y Lur. 

Y sus lectores, ¿también se han encariñado de ellas?

¡Sí! Al principio muchos me decían que querían más a Eider y Jon Ander, pero enseguida han hecho un huequito en el corazón a Lur y Maddi.  

Que las protagonistas de sus últimas novelas sean dos mujeres no es casualidad… 

Claro que no. Venía de una pareja de policías mixta y no quería trabajar en una de hombres porque, además de que abundan, siendo yo mujer quería hablar de mujeres y de los problemas que nos encontramos en la sociedad y en el mundo laboral.

De hecho, en 'Purasangre', igual que en el resto de sus trabajos, se puede encontrar mucha denuncia social. 

Sí. En mis libros me gusta hablar de los temas que me preocupan. Por ejemplo, en Blanco Inmaculado hablo de lo duro que es vivir en esta sociedad tan individualista cuando tienes una enfermedad rara sin diagnóstico y tratamiento que te limita. En Purasangre abordo, además, la violencia machista, que ya se veía en Blanco Inmaculado, los celos profesionales dentro de una pareja, los problemas a los que se puede enfrentar una cuadrilla de 18 años… Y la salud mental también tiene mucho peso, porque creo que hoy en día seguimos dándole la espalda y sintiendo vergüenza. En el libro he querido poner el foco en este tema y en el tratamiento, tanto el farmacológico como la terapia electroconvulsiva, el electroshock, que se sigue aplicando a pacientes que lo necesitan. Es algo que yo he vivido muy de cerca, y quería darle visibilidad, para que la gente no lo estigmatice. 

¿Cree que ha logrado su objetivo?

Al menos me estoy encontrando que en las presentaciones se me acerca gente para decirme que han recibido ese tratamiento, aunque me lo suelen decir al oído. 

Antes ha dicho que dar vida a nuevos personajes le resultó, como es normal, un gran reto. ¿Cómo se enfrentó a él?

La verdad es que no sé ni cómo lo hago. Antes de crear a los personajes al 100%, con algunas pinceladas que tengo en mi cabeza escribo las primeras páginas de la novela, para ver cómo actúan ellos solos. Y cuando llevo 30 o 40 páginas hago un esquema de cómo va a ser cada uno para no meter la pata: desde su fecha de cumpleaños hasta su color de ojos, pasando por la música que escuchan y la forma de vestir, dos factores que me parece que definen mucho a las personas. También profundizo en su psicología, en su pasado, presente e incluso, en algunos casos, el futuro. 

¿En qué se inspira para ello?

En las personas a las que he ido conociendo a lo largo de mi vida y también en partes de mí misma. Soy una persona súper observadora y muy empática, no me cuesta nada meterme en la psicología de las personas. Esto tiene partes malas, porque llevas tu mochila muy cargada con cosas de los demás, pero también tiene su parte buena, porque me ha hecho acercarme a mucha gente y meterme en la mente de muchas personas para intentar entenderles. Y para definir a mis personajes hago un collage de toda esa gente. 

¿Y dónde surgen las ideas para las tramas?

En la realidad. Me inspiran mucho las noticias, los true crimes, las novelas que leo, las series que veo… Purasangre surgió porque conocí muy de cerca una terapia electroconvulsiva, en mi entorno cercano. También hay una parte inspirada en un caso real que sucedió en España hace muchos años.

A lo que nunca ha renunciado es a ambientar sus novelas en la comarca del Bidasoa. ¿Le ha dado alguna vez miedo perder lectores por este motivo?

Al principio sí me daba un poco de miedo, pero con el paso del tiempo he visto que las novelas localistas se han puesto súper de moda y que gustan un montón no solo en España, sino también en muchos países de Europa. Y no es ningún problema. El aliciente para los lectores de aquí es que reconocen los escenarios y para los de fuera que la lectura les acerca a ciudades desconocidas y pueden conocer la idiosincrasia de la ciudad y del propio pueblo. 

En 'Purasangre' los lectores podrán conocer incluso la cantera de Olaberria… 

¡Sí! Es el barrio en el que crecí, y de pequeña jugaba muchísimo en la cantera. Nos lo tenían prohibido, porque había desprendimientos, pero íbamos igual. También había una casa del guarda que estaba abandonada, en la que había un montón de óleos y acuarelas. Siempre me fascinó ese sitio y en la novela lo he rescatado.

¿Qué nuevos proyectos tiene entre manos?

He estado trabajando en un proyecto nuevo que me ofrecieron desde una plataforma de audio. Posiblemente saldrá en julio o agosto.