La ranita meridional, una especie protegida en peligro de extinción cuyo hábitat se sitúa en la zona geográfica comprendida entre Donostia, Usurbil y Orio, tiene en el ser humano su principal amenaza. Las mascotas que, por desconocimiento, se depositan en las charcas donde vive este pequeño anfibio son su mayor peligro.

Xabier Rubio, miembro de Haritzalde, asociación sin ánimo de lucro que defiende la conservación del patrimonio natural y la biodiversidad, y de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, destaca que “las especies exóticas invasoras representan un problema general. La gente suele echar en el estanque a sus mascotas, como tortugas de Florida o peces de colores, pensando que las colocan en un lugar donde tendrán libertad. El problema es que estas especies suponen un gran perjuicio para la fauna autóctona, ya que alteran el medio”, cuenta Rubio.

En el caso de la ranita meridional, las especies invasoras se comen sus huevos. Las mascotas se reproducen, y ya el año pasado en el estanque de Igara, situado en la calle Iribar, había montones de ejemplares que se comían la vegetación y generaban suciedad en el agua, el hábitat de la ranita. Actualmente no se ha puesto fin a esta situación.

“En estas circunstancias, son los anfibios autóctonos los que sufren las consecuencias, y lo cierto es que su reproducción se ha reducido muchísimo”, apunta este miembro de Haritzalde y de Aranzadi.

Las mascotas se echan en numerosos enclaves. Uno de ellos es el Palacio de Aiete. Quienes depositan las mascotas en estos lugares no son conscientes de que, a pesar de que este tipo de estanques son artificiales, albergan anfibios autóctonos, como el tritón palmeado o la rana común. Estas especies tienen una gran importancia para controlar plagas de mosquitos, por ejemplo, ya que se alimentan de las larvas y evitan que los insectos adultos emerjan.

Sabotaje a la ranita meridional

Rubio recuerda que el año pasado, en el mes de agosto, alguien, “por desconocimiento o mala leche”, vació el estanque de Igara. Los anfibios que viven ahí, incluida la ranita meridional, se encontraban en su época de reproducción, de modo que los efectos fueron muy negativos. “Fue un acto de sabotaje inexplicable”, destaca.

Desde ese momento, no se han tomado medidas, ya que los peces siguen campando a sus anchas. “Ahora estamos en un momento clave porque el periodo de reproducción de la ranita meridional comenzó a mediados del mes de abril, y se extenderá hasta agosto”, señala Rubio. Desde mayo hasta julio nace el mayor número de ejemplares. La metamorfosis de los renacuajos suele culminar en septiembre o a principios de octubre.

Precisamente por ello, Rubio incide en que “estamos en el periodo más crítico de las charcas. Cualquier alteración del medio, por mínima que sea, puede afectar a la reproducción de las especies autóctonas”. 

Un pez muerto tras el vacío de la charca de Igara, el pasado año Iker Azurmendi

La ranita meridional ocupa el macizo de Mendizorrotz, donde se han ido creando diferentes charcas a lo largo de los años. En Igara se reproduce de manera constante, y también en algunos puntos de Usurbil y Orio.

“Cuando, allá por 1998, vimos que el principal punto de reproducción, en Igara, iba a desaparecer, desde Haritzalde empezamos a movilizarnos. A partir de ahí, la Diputación aprobó un plan para construir una red de charcas con el objetivo de que la reproducción de la ranita no se diese únicamente en un punto, puesto que cualquier contratiempo en ese lugar podría propiciar la desaparición de la especie. Ahora mismo hay construidas alrededor de 20 charcas por todo el macizo de Mendizorrotz”, explica Rubio.

De la creación de las charcas se benefician numerosas especies de invertebrados y también de vertebrados, como aves y mamíferos que se alimentan de los anfibios y necesitan de estas charcas. Asimismo, los murciélagos las utilizan para beber y alimentarse. Por ello, las charcas no solamente son importantes para proteger a la ranita meridional, sino que también son imprescindibles para otros animales.

La charca de Igara, sin agua Iker Azurmendi

Otras especies amenazadas

En Gipuzkoa hay varias especies que se encuentran en máximo grado de amenaza, como el sapo corredor, presente en Txingudi. Es una población completamente aislada. Además, se ha comprobado que hay diferencias genéticas respecto a las poblaciones que viven en el Mediterráneo, que es donde hay más ejemplares de sapo corredor. En Gipuzkoa están en peligro de extinción, y por eso es un animal protegido.

En general, los anfibios son el grupo de invertebrados más amenazado a nivel mundial. El resto de especies autóctonas que conviven con la ranita meridional no sufren el mismo nivel de amenaza, lo cual no quiere decir que no sean interesantes o que su conservación no sea necesaria. “Hay especies que, pese a que en general no corren peligro, poblaciones concretas sí pueden estar en una situación límite, de modo que se pierde diversidad”, concluye Rubio