Durante 50 años “han sido miles y miles las personas” que han participado en alguna de las actividades de Catalina de Erauso del barrio de Gros. “Hay gente que repite, pero otra mucha que entra nueva cada año”, señala Berrozpe.

Durante este medio siglo, lógicamente, se han dado altibajos también en el volumen de participación. “La pandemia fue muy dura pero, por ejemplo, la crisis de 2008 la notamos mucho, porque la gente, si tenía que quitarse algún gasto, se daba de baja en este tipo de actividades”, recuerda Berrozpe.

“Siempre hemos intentado que los precios de las actividades del Club de Arte sean similares a los que se ofertan en las aulas de cultura. No es mucho más. No es una academia con precios siete veces más caros”, subraya.

Porque, incide, “siempre hemos intentando que sea algo social, abierto, no elitista en el sentido económico. Y por eso andamos haciendo malabares”, añade.

Por Catalina de Erauso han pasado miles de personas, y algunas se han quedado, como es el caso de Pili Ansa, “que comenzó como alumna del taller de cerámica y hoy en día es profesora”, desde hace ya más cuatro décadas.

Recuerda Berrozpe que en los 30 años que lleva como docente en el Club de Arte han sido varias las personas “que han expuesto en galerías o que han ganado concursos y premios”.

Son 50 años y miles de historias. Recuerda Berrozpe que “antes de que Tabakalera fuera el centro cultural que es hoy, en el edificio de la fábrica nos cedieron algunos espacios. Un fin de semana trasladamos el Club de Arte allí, donde instalamos todos los talleres”.

En aquel emblemático edificio del barrio de Egia, evoca, “había un pequeño cine. Estaban allí las butacas del Bellas Artes. Era muy bonito. Proyectamos allí películas antiguas que teníamos, que habían grabado distintas personas. Fue una experiencia preciosa en la que se involucró todo el mundo”