Con el corazón dividido entre Malagón, el pueblo que le vio nacer, y Donostia, la ciudad que le acogió con los brazos abiertos cuando desembarcó en ella con 14 años, Alfredo Medina tiende puentes de amistad entre la capital guipuzcoana y la tierra marcada por las aventuras ensoñadas del Quijote. Rompe distancias para ensamblar culturas. Ha hecho suyos los valores y la propia identidad donostiarra, pero sin olvidar sus orígenes. Una semana después de la gran fiesta, y cuando el rataplán de los tambores aún sigue resonando en su cabeza, este entusiasta empresario ya jubilado recuerda que el patrón, San Sebastián, también se deja sentir en territorio castellanomanchego.El 6 de junio de 2022 tenía su puesta de largo la Casa de Castilla-La Mancha en el número 6 del paseo Txomin Agirre. ¿Cuáles fueron los objetivos que motivaron su creación y qué recorrido ha tenido en este tiempo?La pusimos en marcha con el objetivo de divulgar y difundir la cultura, las costumbres, las tradiciones, la gastronomía y cualquier otra manifestación castellanomanchega. Se trata de reivindicar la idiosincrasia manchega, manteniendo viva la llama de nuestros orígenes y enlazándola con Donostia, la ciudad que nos ha adoptado y de la que nos sentimos por convicción. Actualmente somos 80 socias y socios, de los que alrededor de 35 procedemos de Castilla-La Mancha y el resto, curiosamente, son donostiarras de nacimiento. ¿Cuál es la dinámica de esta embajada oficial de Castilla-La Mancha (la única que existe en Gipuzkoa)?Organizamos distintas actividades como charlas, encuentros gastronómicos, incluso fuera del local, como, por ejemplo, la cata de productos y platos típicos que montamos en la sociedad Gaztelubide, de la que soy miembro, y en la que tomaron parte más de un centenar de personas. También hemos realizado viajes. Con el Orfeón de la Castaña de Gaztelubide hemos visitado en un par de ocasiones tierras manchegas. El pasado octubre, sin ir más lejos, asistimos al Capítulo de la Cofradía del Queso Manchego, de la que soy su gran maestre. San Sebastián es el patrón de la ciudad de la que dice sentirse “uno más”, pero, a su vez, está presente en la tierra que dejó hace ya varias décadas.Así es. No he perdido la relación con la tierra que me vio nacer; la visitamos con relativa frecuencia. En las paradas que hacemos en esos viajes me han llamado siempre la atención las iglesias que llevan el nombre de San Sebastián. Movido por la curiosidad empecé a bucear en Internet y he localizado, aunque seguramente habrá más, 35 parroquias que llevan el nombre de este santo. Se encuentran en Alcázar de San Juan, La Solana, Mota del Cuervo, Madridejos, Pastrana y otros municipios de la comunidad.Una excusa para visitar territorio castellanomanchego, ¿no es así?La historia, el arte, la gastronomía… Hay pueblos extraordinarios en Castilla-La Mancha. Además, en general, su gente es muy acogedora y hospitalaria. Te sirven los deseos. En los viajes que hemos llevado a cabo la gente ha regresado a Donostia encantada. Y ellos, de algún modo, también están presentes en Donostia.En este punto quiero destacar que el Gobierno de Castilla-La Mancha ha patrocinado durante tres años hasta la fecha a la trainera Donostiarra y, por este motivo, han venido a la ciudad cocineros castellanomanchegos pertenecientes al sello Raíz Culinaria, que han elaborado sus guisos con productos de la tierra en diferentes sociedades gastronómicas. La recaudación del menú la han destinado a la citada trainera.

No podemos olvidar el capítulo deportivo, con su querida Real al frente. ¿Qué le une al fútbol guipuzcoano y manchego?(Sonríe). Es una fecha histórica, el 23 de abril de 1967, cuando la Real subió a Primera División tras el partido disputado en Puertollano. 57 años después en las paredes de muchos bares de esta localidad de Ciudad Real siguen colgando fotos de aquel acontecimiento deportivo, del que se dice que movió a un millar de donostiarras que disfrutaron in situ del partido. Instantáneas del equipo Calvo Sotelo de entonces, de los jugadores txuri-urdin… En Puertollano no se olvidan de los vascos y, sobre todo, de los vascos de Donostia. Cuando vas allí y dices que vives aquí, lo primero que te preguntan es a ver si eres socio de la Real. ¡Por supuesto que lo soy!, desde hace 33 años (sentencia orgulloso).