Iñigo Agirre se jubilará en julio, poniendo fin a una saga de carniceros que inició su abuelo Santos. La carnicería de los Agirre es un símbolo de la calle Legazpi de Zumarraga y Agirre espera que alguien se anime a seguir con el negocio.

Agirre siguió los pasos de su abuelo Santos y su padre Agustín. “Somos cinco hermanos. Yo soy el segundo, el mayor de los chicos. No me vi obligado a trabajar en la carnicería, pero aquí siempre ha habido trabajo. Cuando salíamos del instituto, ayudábamos en la carnicería. Cuando acabé el Bachillerato hice la mili y después me inscribí para estudiar Magisterio, pero me quedé en la carnicería”.

Añade que el oficio ha cambiado mucho desde los tiempos de su abuelo y su padre. “Cuando empezó a venir gente a trabajar en las fábricas de Zumarraga y Urretxu, había unas pocas carnicerías: las de Otaegi, Aranburu, Arratibel, Mendizabal y la nuestra. También estaban el economato y la cooperativa Legazpi, pero no había Eroski y similares. Además, se consumía mucha más carne que hoy en día. Los carniceros vendieron todo lo que quisieron”.

Los jóvenes no cocinan tanto y consumen menos carne, por lo que se vende menos. “Hay trabajo y hay futuro, pero vendiendo también precocinados. Antes vendíamos tres terneras a la semana y ahora el que vende una es un campeón. Antes los fines de semana se comía en casa y ahora los jóvenes se marchan fuera con unos bocadillos. Antes en casi todas las casas los fines de semana se comía paella y pollo y hoy en día solo se venden pollos asados. Las abuelas son las únicas que cocinan”.

Ha decidido jubilarse. “Todavía no estoy en edad de jubilarme, pero mi mujer se ha jubilado y nuestras hijas ya están trabajando. Estoy bien de salud y he decidido retirarme. Me gusta mucho ir al monte y la carnicería me ha quitado mucho tiempo”.

Desea que alguien siga con el negocio. “Está difícil. Los jóvenes no quieren trabajar en las carnicerías, pescaderías, panaderías..., porque hay que meter muchas horas. Los jóvenes quieren acabar de trabajar el viernes por la tarde y aquí hay que trabajar también los sábados y los puentes”.

Por lo demás, le parece un oficio bonito. “Aquí no te aburres. Siempre hay trabajo. Y la relación con la gente es muy enriquecedora. He hecho muchos amigos”. l