Si la alegría tuviera un rostro, ese sería el de la beasaindarra Lore Mikele Aldaregia, a pesar de que su vida no haya sido un camino de rosas, puesto que en un breve intervalo de tiempo, en tan solo un mes, enviudó y dio el último adiós a su hijo mayor. La sombra de la tristeza le recorre por un instante, pero pronto dibuja una sonrisa recordando los inolvidables años que pasó en la coral Loinatz de Besain, donde cantó durante más de 30 años. 

“Participé hasta el año 2019 en Loinatz Abesbatza y fue tremendo tener que dejarlo. Ahora lo echo mucho de menos”

Loinatz Abesbatza signifca mucho para usted, ya que estuvo más de 30 años cantando en esta coral. 

Siempre me gustó la música y cantar. Primero, formé parte del coro del colegio y después entré en la coral Loinatz. Participé hasta el año 2019 y fue tremendo para mí tener que dejarlo. Ahora lo echo mucho de menos, pero sigo yendo a sus recitales, y cada vez que les veo me hacen sentir muy querida. Más de una vez me han invitado a asistir a los ensayos, pero ahora apenas tengo voz, la tengo “gastadita”. 

Durante todo ese tiempo, ¿tuvo alguna vez la tentación de dejarlo?

Nunca tuve la tentación de dejar el coro. No había mal que me apartara. El coro para mí era como una medicina, se me quitaban todos los males.

¿Cómo recuerda aquella época?

Cómo decirlo... Hace ya tanto años de todo que casi ni me acuerdo. Aquellos fueron los mejores años de mi vida, pero por mucho. Organizábamos cenas, excursiones... Lo pasábamos muy bien. Durante todo el tiempo que estuve pasaron por la coral diferentes directores y guardo muy buenos recuerdos de todos y cada uno de ellos, aunque le tengo un cariño especial a Xabier Sarasola. Pero lo cierto es que todos me han querido mucho y se han portado muy bien conmigo. 

Tendrá más de una anécdota...

¡Muchísimas! Recuerdo que una vez vino un director de coro italiano, un tal Etura. El pobre era una birría, era pequeñajo y muy nervioso. Además, hablaba fatal en castellano. A mis compañeras y a mí nos hacía mucha gracia. Y en los ensayos, cuando estábamos todos en fila frente a él yo lo pasaba muy mal, porque soy de risa fácil. Ellas lo llevaban por dentro, pero a mí me costaba mucho guardar la compostura, hasta que un día no pude contenerme y me pilló desternillada. Entonces, se puso muy serio y me dijo: “Signorina, fora!”. Se me cortó la risa de cuajo, me puse a temblar y a llorar, y me marché a casa. Tuvo que venir al día siguiente a mi casa don Pedro José Iguain, el director del coro, a decirme que no me preocupara y que volviera a los ensayos. 

Ahora que ya está retirada, ¿de qué se siente más orgullosa?

Estoy especialmente orgullosa de haber tenido un marido excepcional y unos hijos maravillosos.

“Hacerse mayor no tiene ninguna ventaja, me horroriza. Pensar que voy a cumplir 90 años me parece espantoso”

A su juicio, ¿cuál es la principal ventaja de hacerse mayor?

Hacerse mayor no tiene ninguna ventaja, me horroriza. Pensar que voy a cumplir 90 años me parece espantoso y tampoco me gusta mirarme al espejo. 

¿Volvería a sus 18 años?

–Mis 18 años fueron una época muy bonita, fue la época de mi primer amor; aunque el mejor fue el definitivo, mi marido, que no quiero hablar de él porque me emociono...

¿Qué le diría a aquella Lore de 18 años?

A Lore le diría que disfrutara al máximo de la vida. Mi ama murió con 50 años y el aita con 60, aquello fue mi duro para mí. Luego falleció mi marido y al mes mi hijo el mayor, que era una persona maravillosa y tenía amigos allá donde iba. Ahora estoy siempre recordándoles. Soy muy creyente y siempre los tengo presentes en mis oraciones.