ía de playa sin arrepentimiento, buen rollo y ganas de pasárselo bien ayer en el Domingo de Carnaval de Tolosa. ¿Quién dijo que La Concha? La mejor playa de Gipuzkoa sin duda está en Tolosa: Oria Beach. Allí los bañistas, nevera a mano, disfrutaban ayer de una agradable jornada. Cielo cubierto y un poquito de sirimiri, vale, pero agradable temperatura, con 14 grados centígrados y sin apenas viento. Bandera verde en la zona de baño y roja en la vía de salida de la zodiac, frente a la caseta de la Cruz Roja. La gran sensación.

No muy lejos de allí, papeleta para seis agentes de la Ertzaintza, de los de verdad. Dispuestos en círculo, en la mitad de una ensalada de disfraces, rodeados de abejorros, avispas, hadas y todo tipo de fauna y flora. Pocos más los había con mascarilla: una monja que por allí pasaba y la bruja que escribe estas líneas.

"Arrepentíos, sociedad fornicadora. Vuestro ministro, José Ignacio Munilla, puesto por el papa Francisco, se ha ido; le habéis expulsado de Gipuzkoa", gritaba un feligrés, megáfono en mano. Entre tanto, el famoso pelotari Ti-Tinder III buscaba pareja en las inmediaciones del bar Frontón.

Agur, Munilla, rezaba el cartel de los fieles. A lomos de una mula que parecía caballo artesano de buena madera del país y algo de cartón, el nuevo obispo de Orihuela regresó a Gipuzkoa; no quería perderse el Carnaval tolosarra, mientras un grupo de plañideras lloraban su marcha, su fallecimiento a la alicantina. Muy cerquita, la mismísima muerte en persona arrastraba a una pareja en sus brazos. Se los llevaba al más allá, más lejos que Munilla.

Andunov y Pablosky no se miraban ni a la cara. Ruso el primero y ucranio el segundo: jugadores de hockey hielo. Ni queriendo podían haber dado pie a tan mal rollo la cuadrilla de jóvenes que intentaba mover el disco o la pastilla a golpe de stick entre tanto gentío. Se supone que los recientes Juegos Olímpicos de Invierno habían inspirado su disfraz y no la guerra de Ucrania. ¿Quién sabe? Había jugadores de otros muchos países, pero no sabían dónde meterse: el brasileño, el holandés, un marroquí (¡jugador de hockey hielo!) que pasaba por allí y el brasileño se interponían entre Andunov y Pablosky, quizás buenos amigos en la vida real. Papelón para el árbitro.

Muy cerca, Edurne Pasaban, la de verdad, disfrazada de inuit o esquimal; la tolosarra pilotaba un trineo cargado con lanzas, su hijo y otra joven. El mushing, las carreras de trineo tirados por perros, le han dado fuerte a nuestra alpinista favorita. Ayer no tiraban perros del trineo, sino que empujaba ella misma. Tolosa recobró la alegría y el color, dos años después. Tras la era covid.

Justo al lado, con una tarta nupcial gigante, se celebraba una boda por todo lo alto, en la que el padrino y la madrina, mafiosete él y de rojo que te cojo ella, daban la bendición a los novios: chiquitito él y pasadito el arroz; alta, guapa y rubia ella: despampanante. Lástima de los pelazos de las piernas y la barba mal afeitada. La gente se paraba a hacer fotos con ellos, un hada incluida.

Hasta los toreros disfrutaban de un día estupendo, sin la presión animalista. La plaza de toros desplazada dos calles más allá, mientras otra carroza absolutamente vacía nos recordaba el Carnaval de 2021.