- Mariona Tella planteó su página de Facebook San Sebastián Desaparecida, como le gustaba. Aparcó imágenes que podían derivar en debates estériles e intentó en todo momento que, cuando se daban diferencias de pareceres entre quienes seguían la página, estas discurrieran sin faltas al respeto ni salidas de tono. Fue tajante cuando se necesitó y lo logró.
El pasado año San Sebastián Desaparecida, que nació el 9 de octubre de 2013, dejó de subir contenidos cuando acumulaba más de 27.000 seguidores. Algo tuvieron que ver en esta decisión cierta sensación de desgaste y las circunstancias personales de su promotora, que comparte con NOTICIAS DE GIPUZKOA su experiencia.
¿Cómo nació 'San Sebastián Desaparecida'?
-Aunque en nada Facebook será como los casetes, algo obsoleto, cuando yo puse en marcha esta página había en Barcelona una con una gran respuesta que puso en marcha un arquitecto italiano ya fallecido, Giacomo Alessandro. Se llamaba Barcelona Desapareguda. Era una página muy personal, como lo es la mía. Una mañana pensé en hacerla y esa tarde me puse a ello. Empecé a buen ritmo, aunque detrás de cada cosa que publicaba había siempre una investigación, una razón de ser... Al principio me dio mucho miedo por encarar la moderación de los comentarios. Voluntariamente evité algunas fotos que no me apetecían (como Franco paseando por la Avenida) aunque existía profuso material, porque necesariamente provocarían ciertos comentarios. Me centré en la arquitectura y los llamados usos y costumbres.
Pero había que alimentar la página. ¿Era un trabajo arduo?
-Me fui encabritando y comencé a buscar y buscar. Enseguida empezó a sumar seguidores y a hacerse bastante grande. Intenté que fuera variada. Si ponía tres fotos seguidas de la década de los 20, me aburría y ponía una de los 70. Lo que se generó muy rápido fue mucho comentario, mucha pregunta, mucho querer saber.
Pero mantener el orden en sus archivos sería fundamental.
-Como tenía tanto volumen, las fui organizando por temáticas, como también hice en la página que he dejado abierta y en la que, aunque ya no la alimento, la gente sigue entrando y hay nuevos seguidores. Por ejemplo, de la playa de La Concha hay tantas fotografías que las tengo organizadas por décadas. Del Kursaal también hay otro álbum. Pero la verdad es que no seguía un criterio muy cerrado, porque dependía de lo que iba encontrando.
¿Dónde?
-Cuando encontraba el archivo de algún particular, me ponía a dar saltos de alegría. Hubo un montón de historias en ese sentido. Pero siempre publicaba cosas que a mí me gustaban. La verdad es que con estas cosas a veces se empieza a lo tonto y se acaba a lo serio. Empecé a buscar en Internet directamente. Enseguida di con el archivo de Kutxateka, fondo del que he publicado muchas cosas. Incluso he arreglado alguna imagen con un programa sencillo. También hay colecciones fuera de Donostia. En Madrid hay mucho material, porque era un lugar de veraneo para los madrileños. Además, están los archivos del Ministerio de Cultura. Hay también alguna colección en Barcelona, las de particulares, fotógrafos que venían una temporada mandados por sus publicaciones... A mí me encanta investigar y este trabajo me divertía.
¿Le llegaban muchas fotos?
-Sí. Pero de las fotos que llegaban, aprovechables eran un 20%, porque lo normal es que se enviaran fotografías realizadas a imágenes con el móvil. Yo así no las quería publicar y no podía pedir a los particulares que las escanearan. Sí di con colecciones con calidad, como las de una chica americana que tenía diapositivas de los veranos con su abuelo en Donostia, de los años 1959 y 1962. Son de calidad, porque son de gente amante de la fotografía y porque las diapositivas se conservan bien.
El número de imágenes que ha publicado será incalculable.
-Muchísimas. Yo diría que alrededor de 4.000.
¿Esto se hace por pasión, que no por obligación?
-Claro, porque además me llegaban muchos correos. Al principio contestaba a todos y a todos trataba de contentar. Recuerdo el caso de una señora que me pidió que buscara una foto de la carroza de unas fiestas en la que había salido como reina. La encontré y con esa señora que hoy tiene 82 años, es una donostiarra que vive en Madrid, surgió una amistad. Me pedían muchas fotos pero, claro, muchas no las tenía.
¿Qué motivo le impulsó a no seguir?
-Comencé a barajarlo antes del confinamiento, pero pensé que si podía contribuir a que la gente estuviera entretenida mientras estaba en casa, merecía la pena seguir unos meses más. Y me lo agradecían. Pero cada vez había menos fotos y decidí hacer el experimento de colorear con un programa que hallé para ese fin. Las que quedaban bien las publicaba. Pese a todo llegó el momento en el que dije ¡hasta aquí! Por distintos motivos, algunos personales. Pero, sobre todo, porque me decayó un poco la ilusión.
¿No lo echa en falta?
-Sí. Pero el siguiente paso lógico hubiera sido ir a las colecciones particulares que están en las casas y yo no vivo aquí. Para ello se necesita ir y verlas. Es un trabajo que lleva un tiempo, porque supone recuperar parte del patrimonio fotográfico de los particulares de la ciudad y hace falta después digitalizarlas, etc. Yo en su momento no podía dedicarle todo este tiempo y decidí dejarlo cuando tenía tan buena respuesta. Nunca he cobrado por esto. Si me pedían imágenes para calendarios o para inauguraciones, intentaba ayudar. Cuando me decayó un poco la ilusión, lo dejé.
¿Punto final?
-Tengo una espinita clavada, más bien una espina grande, que es hacer un libro recopilatorio con lo que he ido publicando pero con un toque diferente a otros libros. No quiero que sea un libro de imágenes, que hay muchos; ni de historia, que también los hay, sino de imágenes comentadas. No lo he movido hasta ahora por falta de tiempo, pero no lo descarto. Es que, además, he hecho mucho trabajo de clasificación y datación de fotos, que a veces no es tan sencillo. Una pista: para datar, si hay personas, por la ropa que llevan, te acercas bastante a la fecha.
¿Qué vínculo tiene Mariona Tella con Donostia?
-Yo soy nacida aquí y mi madre también. Mi abuela ya no lo era. Pero de muy pequeña, aunque pasé todos los veranos aquí, nos fuimos a Barcelona. Por trabajo -he trabajado de jefa de producción en productoras y cadenas- viví ocho años en Madrid y estoy muy unida a esa ciudad, que visito mucho. Luego volví a Barcelona y a Donostia vengo siempre que puedo. Ahora vivo en Girona.
¿'San Sebastián Desaparecida' le ha regalado nuevos amigos? ¿Y enfados?
-Los cabreos han sido menores. Nadie nace enseñado y la primera semana dos de los seguidores empezaron a decirse barbaridades entre ellos. Lo corté a lo bestia y pensé cómo evitar situaciones similares a futuro. Lo logré y no he tenido más episodios como este. La respuesta ha sido estupenda y claro que he conseguido nuevos amigos. Cuando venga por más tiempo, esta visita ha sido solo de tres días y de carácter familiar, quiero reunirme con mis amigos. Esta página me ha dado muchísimas satisfacciones, muchas más que disgustos.
¿Sus publicaciones le han hecho conocer muchas historias?
-En líneas generales han servido para identificar a personas en fotos que, por lo que sea, la familia no tenía. La gente ha reconocido en fotos a su madre o su padre. Hay una del día de Santo Tomás en la que aparece un hombre con un niño en brazos y tras publicarla acabaron saliendo los nombres del padre y del hijo. Eran fotografías que había hecho el reportero de turno y que la familia no tenía. En imágenes antiguas, de 1910 o 1920, se ha identificado a mucha gente, como en unas en las que se observa a unas personas haciendo deporte en el puerto, de las que salió el nombre de algunos de los deportistas. Cuando veía que alguien pone nombre y apellido a una cara que hasta entonces no los tenía, me llevaba una gran alegría. Me ha dado muchas satisfacciones.
Le molesta mucho que se compartan contenidos sin citar a quien los ha realizado.
-Eso me ha llegado a molestar mucho. Yo todos los datos que tenía de una foto los he puesto. Soy muy respetuosa con el fotógrafo, el archivo... No es que ya no me citen a mí, es que se usaban fotos en foros sin que se citara ni al fotógrafo. Me harté porque se hacía a veces un uso que no me parece bien. Se hacían vídeos y otros montajes y no es que me importe, pero ¿Cuesta tanto poner de dónde se ha sacado el material? Pues esto es algo que no he conseguido. Siempre ha sido una batallita mía, que la gente reconozca la autoría. Me enfada oír lo de si está en Internet puedo hacer lo que yo quiera. Y no es así. Además es algo que, en términos generales, va a peor. Creo que hay tener cierto respeto al creador.
Habiendo vivido en Barcelona. Madrid y Donostia, ¿por qué eligió esta ciudad para hacer su página?
-Todo tiene que ver con lo emocional. La página de Barcelona la hizo, por ejemplo, un arquitecto italiano. Yo hasta los catorce años o más venía tres meses a Donostia y aquí era donde realmente vivíamos, lo demás era ir al colegio, era la rutina. Aquí teníamos a los primos, estaba mi abuela, mis tíos. Ha sido la ciudad de mi infancia, la que emocionalmente más me ha gustado, donde se han escrito capítulos importantes en la familia.
Ahora que tiene más tiempo, ¿descarta retomar la página?
-A veces pienso que si encontrara la manera quizá recuperaría la página, pero nunca publicaría por publicar, tiene que ser algo bonito. Veo que hay gente que se sigue metiendo en San Sebastián Desaparecida y otras personas que la han conocido ahora y le han dado al me gusta aunque ya no publico. Hay gente que me ha pedido que la retome. Pero para mí la calidad es importante y a estas alturas la calidad pasa por digitalizar los archivos de las casas, para lo que tendría que instalarme aquí un tiempo, que no te digo yo que no. Nunca digas nunca jamás. Pero tengo más metida esa astillita del libro.