Mucho hartazgo y una pizca de desesperación. Es la receta que ha provocado que los vecinos de la calle El Pinar de Iruntras meses teniendo que soportar los conflictos provocados por un grupo de okupas. Desde el pasado lunes, todas las noches, a las 21.00 horas, los vecinos realizan caceroladas con un objetivo muy claro: que su indignación se haga oír hasta que El Pinar vuelva a ser una zona segura para todo el mundo.

“No podemos más”, reconoce Tito Carballo, presidente de la asociación de vecinos del barrio, a este diario. Según recuerda, los problemas comenzaron hace un año, justo tras el final del confinamiento, cuando varios individuos se introdujeron por la fuerza en el local situado junto al portal número 3 de El Pinar. “Desde entonces todo ha ido a peor poco a poco”, explica, detallando que los gritos, las peleas y el ruido a altas horas de la noche se han venido sucediendo cada vez con más asiduidad, hasta convertirse en el pan de cada día. En los últimos tiempos, “incluso conciliar el sueño se había vuelto complicado”.

Aunque la Policía Local de Irun y la Ertzaintza han intervenido en reiteradas ocasiones para reducir los altercados entre los mismos okupas, que discutían y se peleaban casi a diario, la presencia policial en la zona no ha llegado a suponer en ningún momento el final del problema. “Cada vez que acudimos al Ayuntamiento y a comisaría se nos dice que no hay herramientas jurídicas para echar a estas personas del inmueble”, cuenta Carballo, que entiende que la Ley proteja a las personas en situaciones de necesidad extrema que buscan un lugar para pernoctar, pero no “a quien toma un sitio para drogarse y emborracharse”.

hastío

En ese sentido, para Carballo “el fin de semana pasado fue la gota que colmó el vaso”. Y es que desde el mediodía del sábado hasta la madrugada del domingo no cesaron de suceder episodios violentos a pesar de las intervenciones de los cuerpos de seguridad. Y hubo que decir “basta”.

Absolutamente hastiados, los vecinos llevan denunciando la inseguridad que se vive en el barrio todos los días desde el pasado lunes a golpe de cacerolada desde los balcones. Y no es para menos. Según narra Juana Mari Erro, vecina del entorno, el miedo y la tensión había llegado a impregnarlo todo en el barrio: “Los niños del portal 3, el más cercano al local, tenían miedo de bajar a la calle”.

Ahondando en esa misma línea argumental, para Carballo uno de los principales daños colaterales que este problema ha provocado es el deterioro del ambiente social en el barrio. “Los locales comerciales y de hostelería del barrio también lo están sufriendo, y mucho”, dice, a consecuencia de que la calle “ya no es un lugar agradable en el que estar”.

desalojo

“Es vergonzoso”, asevera Erro en referencia tanto a la actitud de los okupas como a lo mucho que se ha alargado su estancia en El Pinar. Pero no cree que haya que renunciar a luchar por hacer del barrio un lugar más seguro. “Yo llevo viviendo en esta zona de Irun toda la vida y me apena muchísimo verla deteriorándose así, no pienso resignarme”, continúa la vecina, apuntando a que la forma de luchar indicada es la protesta: “¿Qué más podemos hacer los ciudadanos ante una situación así?”.

Pero casi como respondiendo a la pregunta de Erro, un grupo de vecinos decidió el miércoles tomar cartas en el asunto y desalojar a los okupas, no sin antes arrancar los tablones que protegían el acceso al local por el hueco de la cristalera, reventada por los moradores hace meses. A pesar de que el problema principal ha dejado de existir por el momento, Erro no confía en que sea la solución definitiva: “Ya entraron en su día, podrían volver los mismos o podrían entrar otras personas y estaríamos en la casilla de salida otra vez”.

Por el momento, la Policía Local ha vuelto a obstaculizar el acceso al local, primero con un vallado provisional y después volviendo a tapiar la cristalera. No obstante, Erro cree que el candado que cierra la puerta sigue siendo el mismo y que nada impide, más allá de la indignación del vecindario, que los okupas vuelvan en cualquier momento.

Es por eso que la vecina aboga por continuar protestando a diario, a las 21.00 horas. “Ahora va a ser más difícil, porque es verano y muchas personas no va a estar en casa a esas horas y porque otros muchos tienen la sensación de que esto ya se ha acabado, pero si no cambia nada vamos a seguir teniendo un problema de inseguridad”, argumenta Erro, que lamenta que el desalojo de los okupas del inmueble haya tenido que gestarse desde la sociedad civil y arriesgando la integridad física de los vecinos intervinientes.

Cuestionado por este diario, el alcalde de Irun, José Antonio Santano, afirmó entender “plenamente la preocupación de los vecinos, porque no puede ser que se perturbe, y menos por la noche, la tranquilidad y la convivencia de esa manera”. El primer edil también defendió la acción de los cuerpo policiales, asegurando que la Policía Local y la Ertzaintza “han acudido en reiteradas ocasiones para intervenir por este problema, siempre que se les ha llamado”, por lo que ambos cuerpos “han cumplido con su trabajo” y “han hecho todo lo que estaba en su mano” para atajar la situación en la calle El Pinar.

A pesar de ello, Santano consideró que existe “un problema de falta de herramientas legales y judiciales para abordar problemas graves de convivencia, que son reiterados”. La cuestión, en opinión del alcalde, radica en que estas acciones, tal y como están tipificadas en el Código Penal, “no son delitos graves, aunque afectan de forma radical a la convivencia”, por lo que tanto la administración local como los cuerpos de seguridad carecen de la capacidad legal para “cortar de raíz esos problemas, que es lo que están pidiendo los vecinos”.

Asimismo, el primer edil enmarcó esta problemática en el contexto pospandémico y en “los efectos sociales y humanos que está teniendo y que ahora comenzamos a ver”, en alusión al incremento del sinhogarismo en el último año y al deterioro de la salud mental de personas en situación de vulnerabilidad “que no han podido desarrollar sus vidas con normalidad en este tiempo”.

“Estamos intentando abordar estos problemas, pero no es fácil”, declaró Santano, afirmando que trasladará su preocupación por estas cuestiones al Gobierno Vasco, en el plano político, y a los responsables de la Ertzaintza, para tratar de evitar que la situación se repita en El Pinar o se replique en otras zonas de Irun.

Tito Carballo, presidente de la asociación de vecinos del barrio, lamenta el deterioro del ambiente en la zona debido a los conflictos

Juana Mari Erro, vecina de El Pinar, aboga por seguir protestando con caceroladas cada noche a pesar de la salida de los okupas del local

El alcalde Santano cree que existe un problema de “falta de herramientas legales y jurídicas” para atajar este tipo de situaciones