Peces sin fronteras
El plan foral de retirada de obstáculos en nuestros ríos ha permitido que el salmón llegue ya hasta Villabona y aspira a que otros 423 kilómetros sean navegables para truchas y sábalos en 2035
ace ya cinco años que desapareció una enorme pared en mitad del río Leitzaran, en el barrio Leizotz de Andoain. La presa de Inturia, de 12,9 metros de altitud, es ya historia, gracias a una actuación que duró dos años y medio y costó más de 257.000 euros. El muro de hormigón estuvo allí 103 años, infranqueable, impidiendo que los salmones remontasen el caudal aguas arriba para desovar. Gipuzkoa es, de hecho, uno de los territorios con mayor ratio de obstáculos por kilómetro de ríos y la Diputación de Gipuzkoa está inmersa en un plan de permeabilización que prevé actuar sobre 228 de estos obstáculos. Se esperan recuperar de este modo 423 kilómetros de navegabilidad piscícola en nuestras cuencas.
El de la presa de Inturia es un caso significativo. Se construyó en 1913 para contribuir a regular los caudales de la central hidroeléctrica de Bertxin. Su demolición fue un hito. Las obras se iniciaron en agosto de 2013. Se creó primero un canal lateral que permitiese a los peces remontar el río, luego se retiró la parte derecha de la presa y finalmente se demolió entera, mejorando la potencialidad del hábitat para especies como el salmón y otros animales (no solo peces) como el martín pescador, el mirlo acuático, el visón europeo y el desmán del Pirineo.
También impactan las comparativas entre la imagen actual y la de hace cinco años en los ríos Bidasoa y Leitzaran a su paso por Endarlatsa y Truchas Erreka (Andoain), respectivamente. En este punto, han desaparecido las viejas instalaciones de la piscifactoría y el azud de toma de la factoría se ha sustituido por una esclusa que, con ciclos de llenado y vaciado regulados por compuertas accionadas mediante compresor, permiten que los peces superen el desnivel.
Por su parte, la presa de Endarlatsa, derribada en octubre de 2016, no sin polémica, es otro exponente del enorme trabajo realizado. Se eliminó el azud de 2,83 metros de altura de una antigua instalación hidroeléctrica abandonada (con concesión caducada), que suponía el primer obstáculo en el Bidasoa que se encontraba subiendo desde el mar, logrando así más de 12 kilómetros sin obstáculos transversales.
La mayoría de estas barreras antiguas y vigentes están relacionadas con centrales eléctricas o cruces de infraestructuras, “en un contexto industrial”. Analizamos con Felipe Álvarez, el jefe del servicio de Obras Hidráulicas de la Diputación, el por qué de estas actuaciones para suprimirlas o superarlas. Se conoce los ríos de Gipuzkoa palmo a palmo.
“La presa de Inturia se construyó en 1913, a la vez que el ferrocarril de vía estrecha que unía San Sebastián con Leitza, una vía de uso industrial, ligada a la compañía del tren de San Sebastián. El objetivo de la presa era almacenar agua para que a la mañana hubiese caudal suficiente para las máquinas de aquella época”, precisa el técnico foral, pero las hay anteriores. Y mucho.
La más antigua que le ha tocado a Felipe Álvarez es del siglo XVI, pero asegura que las habrá “más antiguas, relacionadas con antiguas ferrerías y molinos”. Las primeras se “hacían con madera, como mucho escorias, y más adelante, con las nuevas técnicas, se introdujo el hormigón armado”.
La recuperación de los ríos es el objetivo final de estas actuaciones, pero la permeabilización, la eliminación de las barreras que impiden la movilidad de los peces, es solo una parte. “La que nos ocupa ahora”, reconoce Álvarez, después de que los sistemas de saneamiento se hayan completado con éxito.
“En obras hidráulicas empezamos en 1985 a organizar los grandes sistemas de abastecimiento. Veníamos de las sequías de los 80 y lo primero era dotar de agua de calidad a la población. Más adelante vinieron las obras de saneamiento”, explica, con una red de colectores y depuradoras que hoy en día han conseguido la recuperación de la calidad de las aguas de nuestros ríos hasta niveles de notable alto, admite Álvarez.
Pero las exigencias europeas son mayores. “En el año 2000 nace en la Unión Europea la directiva marco del agua, que establecía la obligación de restaurar la calidad ecológica de los ríos en todos sus estados y ahí entran diferentes conceptos. No solo la calidad del agua, sino el hormigón que hay en sus orillas, los puentes, la calidad morfológica, no solo del agua, sino de la fauna y flora, que el río pueda desbordarse cuando venga una avenida y que sean complejos y tengan diversidad, que no estén constreñidos...”, asegura.
“Queda muchísimo trabajo por delante. De lo que estamos hablando ahora es del plan de obstáculos, que es solo uno de los problemas de la morfología fluvial, el que facilita el movimiento de los peces, pero luego estaría pendiente la restauración de los márgenes, incluso de tramos subterráneos”, señala.
“Las barreras son infinitas”, apunta el técnico. No solo hablamos de muros, sino carreteras, vías de tren, incluso pueblos enteros como Eibar o Donostia, en su orígenes una marisma sobre la cual, con la legislación actual, sería imposible construir nada. “En cualquier municipio guipuzcoano la foto es parecida”, ríos engullidos por cascos urbanos, “quitando Usurbil”, donde el río Oria pasa separado del pueblo, reconoce Álvarez.
“Con la publicación de la directiva marco del agua, empezamos a recorrer metro a metro los seis principales ríos” de Gipuzkoa: Oria, Deba, Urumea, Urola, Oiartzun y Bidasoa. Y sus afluentes. También se elaboró “un primer inventario de cuántos obstáculos teníamos. Eso nos llevó a una cifra de 784 obstáculos y en los primeros años después de la directiva, empezamos a hacer obras de permeabilización”, reconoce.
“El que las especies piscícolas tengan movilidad aporta mucha riqueza al río; si tú tienes los ríos llenos de presas, lo que estás haciendo es compartimentándolos, y las especies que se desarrollan en cada compartimento son ajenas a las demás y la fortaleza genética se va deteriorando. Los salmones vienen del mar, remontan los ríos, y si no consigues ese tránsito, el resultado es inequívoco: fuera salmón, desaparece. Las primeras actuaciones están dando sus frutos y el salmón se está recuperando poco a poco”, asegura.
Cuando hablamos de salmón, “la introducción no es equilibrada. El río que mejor estado presenta es el Bidasoa, donde más salmones se cuentan; luego el Oiartzun, Urumea…, y después baja la calidad. En los ríos Urola y Deba, de hecho, no se puede hablar de salmón, ya que han ido más rezagados con el saneamiento y hay numerosos obstáculos cerca de la desembocadura”, precisa Álvarez.
El caso del río Oria es paradigmático. Es la cuenca con más obstáculos, víctima del fuerte proceso de industrialización del territorio. Exactamente la mitad (114) de los 228 obstáculos sobre los que contempla actuar la Diputación hasta 2035 se encuentran aquí, solo en uno de los seis principales ríos del territorio. Aun así, los salmones hace tiempo que llegaron a Andoain y suben desde hace unos años por el Leitzaran, uno de sus afluentes. Pero siguiendo su cauce principal, el último hito es que ya “los tenemos en Villabona, cerca de Tolosa”, afirma Álvarez.
Si bien la recuperación de nuestros ríos no ha hecho más que empezar. “Esto es una cola que va creciendo y la sociedad se va sensibilizando poco a poco. La concienciación ecológica es imparable”, afirma Álvarez, que se atreve a poner nota a nuestros ríos.
En cuanto a calidad de sus aguas, “la nota es buena, bastante alta. Tenemos todos los sistemas de depuración construidos, así que yo le pondría un 8. El 9 y 10 hay que pelearlos y siguen produciéndose vertidos incontrolados, nocturnos. Ha habido muchos en el último año. Los hemos observado en ríos, lugares en los que a simple vista no se ve nada, pero la fauna y la flora no crecía, porque a lo mejor se había vertido un bidón de arsénico”, lamenta.
En cuanto a los obstáculos, el tema que absorbe ahora los recursos de la Diputación (el plan de permeabilización contempla invertir 8,5 millones hasta 2035), “no llegamos al aprobado. De 784 obstáculos hemos actuado en unos 100 y luego hay otros 150 o 200 que no son graves, que son pequeñitos, tienen una altura muy baja y los peces pueden superarlos. No habríamos llegado al aprobado, pero con este plan llegaremos a un notable” en 2035, afirma.
En el tercer aspecto, “el de retirar el cemento de nuestras orillas, “está muy verde y ahí hay poco impulso”, admite. Las riberas de nuestros ríos están “muy afectadas por la acción humana”, con ejemplos sangrantes que se ponen en muchas conferencias, como es el caso de las casas de Santa Marina, en Bergara. Un ejemplo del “desarrollismo de los años 60 y 70 en los que no había control ni sensibilización”, admite Álvarez.
“Falta mucho dinero y está el tema social, de desplazamiento de gente y de viviendas”, argumenta. Admite que es un tema difícil, pero recuerda que ya se efectuaron desalojos en la ribera del Urumea en Martutene para realizar el ensanche del río y evitar así inundaciones.