Bergara - “Se puede decir que soy un apasionado de la montaña y participo de ella en la mayoría de sus facetas”, cuenta el bergararra Ion Berasategi. Tanzania, Costa Rica, EEUU, Pakistán, Tailandia, Perú, Egipto, Groenlandia, India, Nepal, Tíbet? -en mente tiene Alaska- figuran en la lista de países y lugares del mundo por los que ha viajado haciendo trekking, “que es como mejor lo paso”, relata. Estas escapadas son las que le proporcionan el combustible necesario para escribir, y muestra de ello es el hecho de que a finales del pasado mes se proclamara ganador de la 19ª edición del premio dedicado a la literatura de montaña, viajes y aventuras que convoca Ediciones Desnivel. “La parte económica es importante y muy motivadora (6.000 euros), pero si me encontrara en la situación de elegir, sin duda me quedaría con la publicación de la novela”, afirma.
¿Qué supone que su libro haya sido el ganador de entre 113 trabajos?
-Es un reconocimiento. Recompensa saber que tu trabajo es valorado por alguien que entiende del tema. A los concursos literarios se presenta mucha gente y con gran nivel. Si no ganas, que suele ser lo normal, no sabes si has quedado más cerca del ganador que del farolillo rojo. Así que el hecho de obtener un premio significa que no lo haces mal del todo.
‘Everest. Porque está ahí’. ¿A qué se debe el título?
-En el año 1923, con el objetivo de promover la tercera expedición británica al Everest, el alpinista George Mallory viajó a América. Ante la incomprensión del público hacia sus ansias por escalar el Everest, el respondió que lo hacía porque está ahí.
¿Qué le llevado a dedicar un libro a la montaña más alta del mundo?
-Que el Everest es doblemente grande. Además de ser la única montaña que alcanza los 29.000 pies de altura, está rodeada de una historia y de una épica de las que ninguna otra puede presumir. Un ejemplo: a pesar de que su nombre nativo es Chomolungma, fue rebautizada con el nombre de Pico XV gracias a las trigonométricas mediciones del matemático indio Rhadanath Sikdar, cuando en 1852 se descubrió que era la montaña más alta del mundo. A los 29.000 pies exactos que habían resultado del cálculo, el citado matemático les añadió unos cuantos más para que nadie sospechara que sus cálculos eran el resultado de una mera estimación. El nombre por el que nosotros conocemos a esta montaña se debe al geógrafo y topógrafo británico George Everest.
¿Qué dos historias se narran?
-La de dos expediciones al Everest, ambas por la vertiente tibetana. La primera de ellas, realizada en 1924, está inspirada en aquella que protagonizó un grupo de pioneros y bravos alpinistas británicos que se enfrentó a lo desconocido. La segunda historia se centra en una expedición actual en puro estilo alpino, que tiene al frente a Kurdo y Karpov, dos alpinistas guipuzcoanos bastante xelebres. A pesar de que ambas expediciones están separadas por nueve décadas, hay un momento de la novela en el que convergen.
Además esconde uno de los misterios más emblemáticos de la historia del alpinismo. ¿Cuál?
-Todavía hay dudas de que se el neozelandés Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay fueron los primeros hombres en alcanzar la cima. Existe alguna pequeña posibilidad de que George Mallory y/o Andrew Irvine la hubieran alcanzado 20 años antes. Pero desgraciadamente desaparecieron. ¿Lo hicieron mientras ascendían o después de pisar la cumbre? Nadie lo sabe a ciencia cierta, si bien son mayoritarias las teorías de que no consiguieron hollar la cima. En Everest. Porque está ahí doy una respuesta muy personal al gran enigma que aún rodea a esta gran montaña.
El alpinista Juanjo San Sebastián, que ha ejercido de jurado, ha resaltado que se trata de “una narración con grandes dosis de humor e ironía”. ¿Ha ido buscando provocar la risa en los lectores?
-Primero he de decir que ha sido un honor para mí que Juanjo San Sebastián haya sido uno de los miembros del jurado. Y, efectivamente, los protagonistas de la expedición moderna son bastante cachondos, y entre los expedicionarios de la antigua también hay alguno al que le gustan mucho las bromas. He tratado de incluir ciertas dosis de humor e ironía cada vez que el relato me lo ha permitido. Si consigo robar un par de sonrisas a los lectores, ya me doy por satisfecho. En cualquier caso, espero que se diviertan con la lectura, que pasen un buen rato. Con eso me conformo.
¿Cómo empezó a coquetear con las letras?
-Empecé a desarrollar esta afición hace siete años, sin ningún objetivo concreto, y hoy en día se ha convertido para mí en un hobbie. En 2014 resulté vencedor del VI Concurso de relatos de viaje Mikel Essery con el título Un diamante en el desierto, y aparte de eso tengo escritas varias novelas que he ido compartiendo con personas de mi entorno. El feedback que he recibido siempre ha sido positivo. Eso es probablemente lo que me ha empujado a seguir escribiendo.
Es un apasionado de la montaña. ¿Conocer el Himalaya le ha servido para dar cuerpo al libro?
-El Himalaya y el Karakórum, en mi opinión, son las mayores expresiones artísticas de la naturaleza. He hecho varios trekkings por esas cordilleras y para mí no tienen parangón. Colocarte a los pies del K2, de las Torres del Trango, del G4, del Everest o del Shisha Pangma es una experiencia increíble que motiva la inspiración incluso de la mente más retraída. No quiero ni imaginar qué sería subirse a la cima de alguna de esas montañas.
¿Qué le da el hecho de escribir?
-Me obliga a leer, a pensar, a imaginar, a inventar? En definitiva, a descubrir. ¿Y qué cosa hay más divertida que descubrir?
Por último, ¿tiene algún otro proyecto literario entre manos?
- Tengo varias novelas guardadas en el ordenador a la espera de que alguien las quiera leer. La última, titulada La sombra de la vida, trata de los sinsabores de un activista argentino en tiempos de la dictadura de Videla. Mezcla dramatismo y tensión con algunos momentos muy divertidos.