El abuelo chatarrero y el nieto galerista de arte
En Gipuzkoa tenemos una buena calidad de vida gracias al esfuerzo de las generaciones anteriores. Un buen ejemplo de ello es la familia Cibrián. El abuelo comenzó a trabajar recogiendo chatarra y un nieto regenta una galería de arte.
Gipuzkoa ha prosperado gracias a los padres y a las madres que han trabajado duro para ofrecer una vida mejor a sus descendientes. Un buen ejemplo de ello es el de la familia Cibrián de Zumarraga. El abuelo vino de Burgos para labrarse un futuro, empezó a trabajar recogiendo chatarra y acabó montando una empresa. Gracias al esfuerzo que hicieron sus abuelos y sus padres, los nietos tienen estudios universitarios. Uno de ellos, Goyo Cibrián, trabajó en la empresa familiar y ahora dirige la galería de arte Vetus Art de la calle Hernani de Donostia.
El abuelo nació en la localidad burgalesa de Revilla Vallejera. “Como otros muchos, vino a Zumarraga a trabajar. Trabajó en la chatarrería del hermano de Aristrain y después se puso por su cuenta. Trabajaba como se trabajaba antes: como podía, muy humildemente. Tuvo un local en el barrio Eitzaga de Zumarraga, donde almacenaba la chatarra. Mi padre y mis tíos comenzaron a trabajar con él cuando todavía eran niños. Recogían chatarra y se la vendían a chatarreros más grandes”.
Poco a poco, la empresa fue creciendo. Trasladaron la chatarrería a Itsaso y después a Olaberria. Cibrián llegó a trabajar durante un par de años en el negocio familiar, un poco antes de que lo vendieran. “Como en el resto de los oficios, hay que trabajar duro para prosperar. Es un trabajo muy bonito, aunque está estigmatizado. En un mundo muy vasto, en el que se trabaja con muchos materiales diferentes. El proceso básico es recoger la chatarra, procesarla (limpiar y separar los distintos metales), cortar las piezas más grandes y distribuirla. Después se vuelve a fundir. La chatarra es el material más reciclado. Es un mundo que he mamado desde niño y me parece muy interesante”.
De todos modos, ha acabado trabajando en una galería de arte. “Estudié Administración y Dirección de Empresas y después me especialicé en consultoría estratégica. La empresa familiar me ofreció la oportunidad de conocer el mundo laboral, pero cuando pude salir de allí lo hice. La empresa se vendió después de que yo saliera. Me gusta el mundo de la chatarra, pero desde pequeño he tenido también relación con el arte. Mis padres son muy aficionados, sobre todo a las antigüedades. Era un proyecto que nos parecía bonito y nos embarcamos en ello. Además, me gustan los retos y más difícil que salir adelante en el mundo del arte no hay nada”.
Considera que el de las galerías de arte es un negocio “difícil”, pero cree que en Donostia había un nicho de mercado. “Las corrientes artísticas estaban cambiando y no se estaba teniendo en cuenta porque el mercado estaba muerto. Entiendo que para el que lleva muchos años en esto, invertir e intentar probar cosas nuevas es complicado. Yo, al ser nuevo, estaba obligado a invertir y tomar decisiones. Abrimos la galería hace dos años, llevo una línea bastante diferente a la del resto y se está aceptando bien. Muchas galerías de aquí trabajan con artistas vascos de comienzos del siglo pasado. En la época boyante se compraba, pero esos compradores son mayores y tienen ya más intención de vender que de seguir comprando”.
Opina que los tiempos han cambiado. “Hay pocos coleccionistas, vivimos sometidos al cambio y hay que adaptarse continuamente. Tenemos clientes en todo el mundo. El 80% de nuestros clientes son de fuera de España: Australia, Estados Unidos, Polonia, Alemania, Holanda, Inglaterra, Francia, Suiza, Italia, Suecia... Lo que me extraña es que en México no hayamos hecho todavía gran cosa, pues tienen fama de buenos coleccionistas. Tenemos tienda on-line, pero vendemos sobre todo a través de las ferias internacionales. Tenemos una amplia gama de precios: la lámina más barata cuesta 20 euros y la pieza más cara 26.000 euros”.
Añade que para acceder a las mejores ferias hacen falta artistas activos e innovadores. “Nos gustan, sobre todo, los que trabajan con nuevos materiales, materiales industriales... Nos gusta tener un discurso ecléctico, que la nómina de artistas de la galería abarque todos los gustos. Especializarse en un único estilo, es hipotecarse. Tenemos artistas de todas partes, pero nos gusta trabajar con artistas locales. Ahora mismo estamos trabajando con Max (el que hizo la escultura de la basílica de Santa María del Coro), Iñigo Sesma (seleccionado para el concurso de la petrolera BP), Iñigo Manterola, Iñaki Ruiz de Egino (que trabajó con Oteiza y Chillida), Víctor Goikoetxea (el que hizo la obra del túnel del Antiguo), José Luis Lasa (acaba de hacer una escultura para la bodega Ameztoi)...”.
Cree que es muy difícil hacerse un hueco en el mundo de las galerías de arte, pero le encanta su oficio. “Es complicado, pero bonito. Se aprende continuamente. Es muy enriquecedor. Me parece un privilegio poder trabajar en esto”.
Anima a los guipuzcoanos a entrar en la galería. “La gente cree que por entrar en una galería están obligados a comprar. Todo lo contrario. Hay que quitarse esos miedos. Considero que los galeristas tenemos una función didáctica. Así, en las redes sociales tratamos de acercar el arte a la gente. El arte no hace falta entenderlo para poder disfrutarlo. Además, como en todas las cosas, cuanto más te sumerges más aprendes. Hay que sembrar la semilla para que los niños se conviertan en adultos interesados en el arte”.
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