“El Tambor de Oro debería darse a quien se desvive por la ciudad sin vivir en ella”
La esencia del Tambor de Oro es, para el exdirector del CAT durante tres décadas, Rafael Aguirre, un premio para “quien se desvive” por Donostia sin residir en ella
donostia - Rafael Aguirre Franco era responsable del Centro de Atracción y Turismo de Donostia hace 50 años, cuando este organismo que dependía del Ayuntamiento decidió crear el Tambor de Oro para premiar la labor de quienes ayudaban a la ciudad a resultar atractiva para los visitantes. Aguirre, escritor de relatos y novelas, así como de estudios etnográficos, históricos y deportivos, cree que este premio debería volver a su esencia y reservarse para quienes no residan en Donostia y trabajen en favor de la ciudad. A pesar de ello, quita hierro al hecho de que este año, la festividad de San Sebastián se quede sin este tradicional galardón.
¿Recuerda a quién se le ocurrió la creación del Tambor de Oro? ¿Fue una idea original o se copió de alguna otra ciudad?
-Se creó en el año 1967, cuando el concejal de Turismo, Ramón Peironcely, estaba al frente del Centro de Atracción y Turismo (CAT). El alcalde era José Manuel Elósegui Lizarriturry. Se decidió dar alguna distinción para quienes hicieran un trabajo en favor de la imagen de San Sebastián, un premio que prestigiara el nombre de la ciudad. Puede que existiera algo parecido en otras ciudades pero no lo creo, fue una idea propia del CAT. El primer año se concedió a cuatro personas: Manuel Bastos, un conocido médico aragonés que veraneaba la ciudad; el director del Festival de Cine, Miguel de Echarri; el alcalde de Baiona, Guy Petit, y el consul de España en Hendaia, Guillermo Cebrián. Los siguientes años se otorgó a quienes concedían los permisos para los fuegos artificiales, la iluminación de la bahía... También se dio en una ocasión al médico que atendía a los toreros en la plaza. En las primeras épocas se daba a varias personas cada vez.
¿Cuando se creó el Tambor de Oro la ciudad estaba muy necesitada de visitantes?
-No, pero se quería potenciar esa imagen. Había mucho turismo y muchos actos culturales. En música, por ejemplo, destacaban autores como Mikel Laboa o Xabier Lete, había festivales de trikitixa... Era un tiempo de mucha efervescencia cultural. Había un silencio político pero la cultura y el turismo iban bien.
¿Le ha parecido un fracaso que este año, justo cuando se cumplen 50 años de la creación del premio, la ciudad vaya a quedarse sin él?
-Son cosas que ocurren. A veces hay deseos muy intensos de determinadas personas que pueden influir para que haya pasado esto, pero ha habido otros casos anteriores. Por ejemplo, sucedió que a la duquesa de Alba no se le concedió porque hubo mucha oposición de Herri Batasuna. También se le dio a Xavier Domingo, que era un periodista muy famoso que hablaba muy bien de San Sebastián, y al año siguiente escribió un artículo dramático sobre la Errenteria aber-tzale y se le retiró.
También se quedó desierto el primer año en el que el alcalde Odón Elorza abogó por dárselo a La Oreja de Van Gogh, pero no logró los apoyos necesarios. Después se cambió el reglamento para podérselo dar también a los residentes en la ciudad.
-Sí, años después, se le dio a este grupo. El elemento clave del Tambor de Oro era, desde el principio, que una persona que no fuera nacida ni residente en San Sebastián hiciera algo notable por la ciudad. Era un premio de carácter turístico ya que, como galardón importante para los donostiarras, está la Medalla de Oro de la ciudad. En origen, el premio era para gente que viviese fuera de la ciudad y destacase por su labor en favor de ella.
¿Cree que el galardón tendría que volver a sus orígenes?
-Sin duda alguna. Porque ya existe la Medalla de Oro, además de las medallas al mérito ciudadano. Volver al origen tiene sentido para dárselo a alguien que se desvive por la ciudad sin vivir aquí.
¿La ciudad queda mal por dejar desierto este premio este año?
-No. Eso es muy relativo. La que podía haber sido Tambor de Oro este año, Àngels Barceló, ha reaccionado de una manera muy elegante y el asunto, fuera de nuestro entorno, no ha tenido ninguna trascendencia ni repercusión negativa.
¿Este premio es de la misma época en la que se difundió la campaña ‘Sonría por favor’?
-Sí, fue unos pocos años antes, en 1964. Fue una campaña también del CAT en la que se difundía la bandera azul y blanca con el lema Sonría por favor en varios idiomas: castellano, francés, euskera, inglés, italiano... También con el mismo alcalde José Manuel Elosegui y el mismo concejal del CAT, Ramón Peironcely.
¿Cree que serían necesarias campañas similares ahora para proyectar más amabilidad hacia los clientes de comercios y locales hosteleros?
-Los responsables del turismo lo están haciendo muy bien. El mundo de los congresos es un ejemplo. La ciudad tiene un festival de cine buenísimo, un festival de jazz, una oferta gastronómica inmejorable...
¿En sus más de tres décadas al frente del CAT, pensó alguna vez que el turismo podía llegar a la intensidad de hoy?
-Entonces se luchaba para que la ciudad funcionara y ahora la verdad es que da gusto ver el éxito que está teniendo en todos los órdenes. Por ejemplo, surgen nuevos hoteles, aunque en otras épocas también hubo un boom en este aspecto. La ciudad está fantástica, ofrece servicios muy buenos, unos alojamientos de mucha calidad. Pero hay que recordar que incluso en los años más negros de nuestra reciente historia, como los años del 1976 al 1979, se abrieron, por ejemplo, el hotel Costa Vasca, en Aranzazu, el hotel San Sebastián, el Avenida, el Monte Igueldo... Habían ido desapareciendo algunos hoteles del centro, como el Paris, y surgían otros en lo que entonces era la periferia.