El año del trasbordador
Los científicos han designado 2016 año de Torres Quevedo, a causa del centenario del trasbordador del Niágara, que creó el ingeniero cántabro. Pero antes hizo una prueba en Donostia y el de Ulia fue el primer trasbordador aéreo de personas del mundo
La comunidad científica celebra este año el centenario del trasbordador de las cataratas del Niágara y, por este motivo, ha designado 2016 como año de Torres Quevedo. El inventor cántabro (1852-1936) fue el responsable de esta obra de ingeniería, que sigue haciendo su función y es conocida en todo el mundo con el nombre de Spanish Aerocar. Este trasbordador, de 580 metros de largo, une dos puntos diferentes de la orilla canadiense del río Niágara. Se abrió al público, tras varios meses de pruebas, en agosto de 1916 y sigue en funcionamiento un siglo después como un gran atractivo turístico.
Pero antes de que ese aparato famoso internacionalmente se pusiese en marcha, Torres Quevedo había creado en Donostia el primer trasbordador aéreo del mundo, que funcionó en el monte Ulia donde, en aquella época, existía un parque de atracciones.
El trasbordador de Ulia, que sirvió de modelo para el americano, fue encargado por la Sociedad de Estudios y Obras de Ingeniería de Bilbao, una ciudad a la que estuvo muy vinculado el inventor ya que su familia residía en la capital vizcaina y tenía antepasados vascos. La misma sociedad bilbaina fue la encargada de construir el ingenio de Ulia, que comenzó a funcionar en septiembre de 1907 y se mantenía aún en 1916, según algunas crónicas.
Chamonix y Río
El gran logro del teleférico de Ulia fue que había conseguido un aparato aéreo y seguro gracias a un sistema múltiple de cables, que eran a su vez soportes. Además, utilizó contrapesos en uno de los lados para liberar los anclajes. El resultado fue una barquilla resistente a la posible rotura de uno de los cables, lo que daba seguridad al invento. El buen funcionamiento del primer trasbordador colgado del mundo hizo que Torres Quevedo creara otro proyecto similar para Zaragoza y tras el éxito del del Niágara, la sociedad constructora construyó también otros similares en Chamonix y Río de Janeiro.
De todas formas, antes de inventar el primer trasbordador aéreo para personas, Torres Quevedo ya había construido en su pueblo natal de Molledo, en Cantabria, otro trasporte aéreo para objetos, aunque de tracción animal. Funcionaba, en concreto, gracias al trabajo de una pareja de vacas. Salvaba un desnivel de 40 metros y recorría una distancia de 200 metros.
El trayecto de Ulia, por su parte, tenía 280 metros y salvaba un desnivel de 28 metros entre el restaurante que existía en la zona baja del monte y una colina cercana a la denominada Peña del Rey. La barquilla para los viajeros tenía una capacidad para 18 personas y el viaje duraba tres minutos. En aquel entonces, viajar en un medio aéreo, aunque fuese con cables, era una atracción muy llamativa. El trasbordador servía para acercarse a la zona de atracciones pero, además, era una atracción más en sí mismo. Montar en él costaba una peseta y los veraneantes que venían a Donostia no se privaban de la emoción.
El teleférico de Ulia, sin embargo, murió cuando la zona de ocio de este monte entró en declive, a causa de la apertura de un competidor con vistas inigualables: el parque de atracciones de Igeldo. Este conjunto comenzó a funcionar en 1912, al igual que su funicular, otro medio de transporte que, tanto entonces, como en la actualidad, supone otro atractivo más para quienes se acercan al lugar.
Desde Ategorrieta
El monte Ulia no solo fue precursor en acoger el primer teleférico del mundo. También fue escenario del primer tranvía eléctrico del Estado en 1902. Partía de Ategorrieta para llegar a las instalaciones del parque de atracciones en unos 20 minutos y dejó de funcionar en 1917.
La historia del ferrocarril de Ulia arranca antes que la del trasbordador aéreo. La línea terminó sus obras en 1901, pero tuvo que esperar hasta el año siguiente para entrar en funcionamiento porque no llegaban los motores y vagones, que eran de tipo abierto.
La vía tenía un metro de ancho y 3.088 metros de largo, además de una notable inclinación. El tranvía funcionaba gracias a un motor de gas conectado a una dinamo y la estación principal estaba situada en Ategorrieta, al igual que las cocheras. Este mismo emplazamiento fue posteriormente la sede central de los autobuses de Donostia y desapareció hace unos años para crear una zona de viviendas. La central de los autobuses pasó a Marrutxipi, a escasa distancia.